Gingrich necesita otra imagen
J. M. C. El presidente de la Cámara de Representantes vive un momento agridulce: muchos no dudan en señalarle como una de las claves del fracaso de Dole, pero al mismo tiempo se le reconoce también el mérito de haber desempeñado un papel decisivo en la conservación de la mayoría del Congreso, algo que no ocurría desde hace 68 años. Si Newt Gingrich tiene aspiraciones presidenciales, debe empezar desde ahora las tareas de la rehabilitación de su imagen y del control del Partido Republicano para aumentar sus posibilidades de ser el candidato del año 2000. Gingrich, de 53 años, renovó su escaño en Georgia.
Si algo ha hecho Gingrich en los dos últimos años ha sido aprender. Ya sabe que no puede forzar un cierre de la Administración sin manejar a la opinión pública para no aparecer como culpable de la paralización y de las amenazas de recortes drásticos en la cobertura médica de los ancianos y en las pensiones. Sabe que la acción política que se identifica con el extremismo -lo que Dole sufrió por su culpa- es castigada por los electores. Si extrae enseñanzas, encontrará un justo término: no dejará de hostigar a Clinton con las investigaciones de los escándalos, pero tendrá que tomar iniciativas constructivas para forjar su nueva imagen.
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