Muere Bokassa, el dictador centroafricano que dejó en evidencia a Giscard
"Su majestad Bokassa I, emperador de Centroáfrica, mariscal de Centroáfrica, apóstol de la Paz y servidor de Cristo Dios", murió el domingo en Bangui, enfermo del corazón, de los riñones y de varios ataques cerebrales. La retahíla de títulos se los había autoconcedido durante su estancia, entre 1965 y 1979, al frente de la actual República Centroafricana. Para vengarse de su derrocamiento por los paracaidistas de Valéry Giscard d'Estaing, Bokassa destapó la historia de los diamantes regalados a la familia presidencial y el escándalo aceleró la llegada de François Mitterrand al Elíseo.
Tirano al servicio de los intereses franceses en el África negra, Jean-Bedel Bokassa logró la popularidad internacional por dos razones: por su crueldad y por sus extravagancias. Pruebas de la primera las dio en el trato infligido a quienes se le oponían, que a menudo conocieron la tortura y la muerte. De las segundas nos quedan las imágenes de su coronación a lo Napoleón como emperador en diciembre de 1977, ante un trono de oro en forma de aguilucho, vestido de armiño y cubierto de medallas, entrando en su palacio de Berengo como un personaje a medio camino entre la iconografía romántica y La corte del faraón y ante 5.000 invitados.Huérfano de padre y madre a los seis años, Bokassa fue educado por su abuelo y los misioneros franceses. A los 18 años se enrola en el Ejército francés y en 1944 participa en el desembarco aliado en la Provenza. Tras combatir en Indochina y de una discreta carrera militar se retira, en 1961, con el grado de capitán: su primo David Dacko, flamante presidente de la República Centroafricana lo reclama a su lado para que le organice el Ejército. En 1965, al sofocar un intento de golpe de Estado, descubre el poder que confieren las bayonetas, y decide prescindir del primo.
Tras una primera fase de verborrea revolucionaria en la que decretó "la abolición de la burguesía" y fundó un partido único obligatorio llamado Movimiento para la Evolución Social del África Negra, Bokassa redescubre las virtudes de la cooperación francoafricana. En mayo de 1968 envía un mensaje al general De Gaulle para pedirle que se mantenga firme "ante el peligro amarillo".Bokassa se convirtió pronto en un aliado incómodo para el "hermano" Valéry Giscard d'Estaing. Sus excesos -apaleaba a los ladrones ante las cámaras de televisión, fue acusado de practicar el canibalismo y Amnistía Internacional denunció una matanza de escolares en Bangui- hacen que París monte, con sus paracaidistas la operacíón Barracuda y le destituya. Bokassa, que en aquel 21 de septiembre de 1979 se encontraba en Libia, ve a su primo David Dacko volver por donde solía. La venganza es inmediata y fulminante: el derrocado emperador recuerda en el semanario Le Canard Enchaîné los diamantes que ha regalado a la desagradecida familia Giscard y desata un escándalo que acaba con la llegada de François Mitterrand al Elíseo en mayo de 1980.
Después de unos accidentados exilios en Costa de Marfil y Francia, de negociar la amistad de Libia o la URSS, Bokassa regresa a Bangui en 1986. Las multitudes no le esperan para coronarle de nuevo, tal y como él creía, sino para sentarle en el banquillo. Es juzgado, condenado a muerte y perdonado, aunque permanece en la cárcel hasta 1993.
Como su contemporáneo Idi Amín Dadá o el casi incombustible Mobutu, Bokassa era el reflejo deformado y caricaturesco de la civilización occidental. Mientras pudo ocultar las manchas de sangre de su capa de armiño, Francia le trató como lo que también era: "un hermano de armas". Luego, cuando lo grotesco perdió toda gracia, se convirtió en "el ogro de Berengo".
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