Así se elige al presidente
Confusión y críticas rodean al sistema de sufragio indirecto, que favorece a los Estados grandes
Hoy se sabrá el nombre del presidente estadounidense que gobernará hasta el año 2000, pero en realidad los ciudadanos no le votarán directamente. Debido a un sistema electoral que data del año 1787 (cuando se promulgó la Constitución), la elección del presidente y vicepresidente de EE UU es la única votación de alcance federal que no se realiza mediante sufragio directo, sino a través de un colegio de electores (conocidos también como delegados o compromisarios) a quienes eligen los ciudadanos para que a su vez voten por esos dos cargos.El proceso responde a un compromiso alcanzado hace dos siglos por los padres fundadores de la patria para poner riendas a la ciudadanía y repartir con el Congreso la faena de elección del presidente. Además, su funcionamiento se asienta en una confianza consuetudinaria no exenta de cierto riesgo: los compromisarios no están obligados por ley a votar al candidato de su partido. Es decir, que un elector puede votar por el candidato que quiera, aunque no sea de su partido, y no se le podría reprochar. Es una ley no escrita que casi nadie se atreve a violar: los casos de "desobediencia" entre los compromisarios son muy infrecuentes.
En total hay 538 delegados, una cifra que equivale a la totalidad de escaños en la Cámara de Representantes (435, repartidos según la población de cada Estado de la Unión), más los 100 senadores (dos por cada Estado). Además se suman tres por el Distrito de Columbia, donde se asienta la capital federal, Washington.Los compromisarios se eligen en las convenciones estatales de los partidos, y la ley prohibe que sean miembros de alguna de las dos Cámaras del Congreso o de la Administración. La gente que acude a las urnas sabe poco de ellos aparte de su nombre.
Cada Estado tiene tantos votos electorales como representantes en la Cámara (un número variable) y senadores (siempre dos). En cada Estado, el candidato que obtenga más votos populares se lleva todos los votos electorales de ese Estado.
Luego gana las elecciones el candidato que obtenga una mayoría simple de los votos electorales emitidos por los compromisarios en sus respectivos Estados el 18 de diciembre. La cifra mágica es 270 votos. Como se supone que los delegados seguirán el voto popular, en la propia noche electoral ya se habla de resultados.
Los candidatos planifican sus campañas por los Estados según su distribución de votos electorales. California es el Estado con mayor número: 54. Nueva York tiene 33, Tejas 32, Florida 25, Pensilvania 23 e Illinois 22. Wyoming, Vermont, Alaska, Montana, Delaware y las dos Dakotas (Norte y Sur), así como el Distrito de Columbia, son los Estados menos poblados y, por tanto, sólo tienen tres votos electorales cada uno. Es insólito ver a un candidato hacer campana en Alaska, pero en California se lo toman muy en serio. En su mandato, Clinton ha realizado 28 visitas oficiales a ese Estado.
El sistema tiene muchos críticos; se explica desde la escuela, pero muy pocos lo recuerdan, y tiende a favorecer el desinterés en las urnas. Pero modificarlo requeriría una enmienda de la Constitución. Es posible, por ejemplo, ganar unas elecciones sin ser el candidato más votado por el pueblo (esto ha ocurrido tres veces, la última en 1888); y también se puede acceder a la Casa Blanca habiendo ganado sólo los 11 Estados con mayor número de votos electorales y perdiendo en el resto.
Los estadounidenses no meten papeletas en una urna, sino que entran en una especie de quiosco con una cortinilla y dentro accionan una palanca que registra su voto mecánicamente. En algunos Estados, los nombres a elegir son los de los candidatos; en otros, son los nombres de los compromisarios. Además, el sistema norteamericano es de listas abiertas. Cada ciudadano puede votar al presidente y vicepresidente que le plazca, y luego a los miembros de la Cámara y el Senado que prefiera, sean del partido que sean. Este año están sometidos: a sufragio 34 escaños del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes, ambos por sufragio directo.
El ganador se anunciará en una sesión especial del Congreso encabezada por el presidente del Senado (Al Gore, que también es vicepresidente) el próximo 6 de enero. En el poco probable caso de que no haya un ganador, la Cámara de Representantes realiza una nueva votación, y si aún así ningún candidato alcanza la mayoría, la votación pasa al Senado.
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