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Faenas sangrientas bajo la luna

Los ganaderos de la sierra se quejan de los maletillas

Una luna llena pendiendo del cielo fue testigo, la madrugada del pasado domingo 27 de octubre, de la entrada de varios maletillas en la dehesa de Montealto, propiedad del ganadero José Montes Rodríguez, ubicada en el término municipal de Cabanillas de la Sierra (387 habitantes).Tras romper un tejado de chapa galvanizada, esquivar varias trampas y arrancar algunos candados, los intrusos lograron meter a tres animales hasta los corrales; eran dos añojos y un novillo de tres años que el ganadero tenía separado para un festival. De allí fueron al tentadero. Torearon a los dos añojos. Pero no se conformaron con eso.

Según el hijo del ganadero, Agustín Montes, al novillo, antes de sacarlo al albero, intentaron afeitarlo. Como no pudieron, a base de cantazos, lo llevaron hasta el ruedo con un pitón partido. Allí lo torearon hasta hartarse. Después lo mataron a estocadas y luego lo degollaron.

Agustín Montes, que cifra los daños en unas 350.000 pesetas, sospecha quiénes le han hecho esta faena, pero, impotente e indignado, asegura no poder hacer nada porque, como casi siempre, no se les pilla con las manos en la masa. "Son cuatreros que han querido ser toreros, alguno que es un fracasado de la vida y que le gusta hacer daño", dice.

El ganadero José Antonio Hernández Tabernilla, cuya -finca está en Guadalix de la Sierra (2.300 habitantes), es más contundente: "Son unos golfos, unos sinvergüenzas y unos asesinos, porque lo que hacen es enseñar a matar a unos becerros que más tarde ponen en peligro de muerte a los chavalines que los torean de verdad y como Dios manda en una plaza de pueblo". Montes, que ya ha sufrido en otras cuatro ocasiones este tipo de faenas, no entiende por qué le ha ocurrido esto: "Puede haber casos en que tengan represalias contra ti, pero yo no tengo nada contra nadie ni creo que alguien lo tenga contra mí, a no ser que sean envidias o algo así".

Envidias, venganzas, rencores o una simple- machada fruto de una apuesta lanzada en plena borrachera. Estas son algunas de las razones que barajan los entendidos para justificar estos actos injustificables.

El presidente de la peña taurina El Rescoldo de Colmenar Viejo (28.000 habitantes), Máximo Pérez, distingue tres clases de maletillas. Los que desaparecieron allá por la década de los sesenta cuando, como el mítico Cordobés, quizá podían meterse de noche en las plazas para demostrar su arte. "Se pasaba hambre, no había las oportunidades de ahora, no existían escuelas taurinas y era una forma de demostrar la sabiduría que llevaba dentro",. dice, sin justificar estas prácticas. Luego están los que, como en Salamanca, llamaban los capas: mozos y no tan mozos, toreros que no pasaron de maletillas, o simplemente juerguistas atrevidos que se divierten dando un par de capotazos a los animales. La tercera clase de maletillas son esos que entran motivados por un rencor puro y duro.

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La verdad es que el daño que hacen a los ganaderos es mucho. Los ganaderos no saben a ciencia cierta, sobre todo cuando se hace en campo abierto, qué novillos les han toreado, por eso, moralmente, se ven obligados a sacrificar a todos los presuntamente lidiados. De lo contrario, pueden vender un animal resabiado que lo primero que hará en la plaza del municipio donde se lidie será tirarse al cuerpo del torero. No sólo eso. También entra en juego el prestigio de la ganadería. Que corra la voz de que a un ganadero le han. entrado a torear sus reses puede traducirse en peruicios en las ventas. De ahí que los propietarios sean reacios a denunciar estos hechos.

"Este tipo ¿le cosas, sobre todo, te traumatizan porque no hay medio físico de defenderte". Lo dice el ganadero colmenareño Eulogio Sanz, que ha padecido en dos ocasiones estos percances. "La primera vez que me entró uno, supe quién había sido. Aun así le encontré y le dije que sabía que había sido él, pero que le perdonaba. ¿Qué iba a hacer? se pregunta Sanz.

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