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Los costes del sandinismo

En las dos elecciones celebradas en Nicaragua el 25 de febrero de 1990 y el 20 de octubre del presente año, el FSLN ha sido derrotado, pero en 1990, todavía en el poder, manteniendo el 40,8% frente al 54,8% de Violeta Chamorro, y en 1996, después de poco más de seis años de una muy especial transición, el 38% de los votos, frente al 49% de Arnoldo Alemán. Dado el prestigio de que gozó el sandinismo entre la izquierda europea, vale preguntarse por las razones de esta doble derrota, pero también los que lo denigraron como una especie de totalitarismo opresor tendrán que dar cuenta de que conserve un apoyo popular tan alto.Pero, antes de pronunciarse en uno u otro sentido, es preciso tener muy presente los altísimos costos que ha supuesto el experimento. Haber elegido la vía insurreccional llevaba el peligro, que a partir de 1977 se hizo realidad, de desembocar en una guerra civil abierta. Además de 50.000 muertos, cifra muy considerable para una población que apenas pasaba de los tres millones, significó un parón en las inversiones, el abandono de la agricultura y la destrucción física de la pequeña infraestructura industrial y de transportes. Según un estudio de la CEPAL, realizado a finales de 1979, los daños sufridos fueron de tal envergadura que se necesitaría un decenio de un crecimiento del 5% anual para volver a la situación anterior al comienzo de la guerra.

Un crecimiento del 5% se mantuvo hasta 1984 en que el enfrentamiento sandinista a la potencia hegemónica puso punto final. Nunca es sensato buscarse un enemigo muy superior a las propias fuerzas. Por un lado, el alzamiento de los contras, financiado por EE UU, más el embargo comercial que imponen en 1985, a lo que hay que añadir, por otro, las contradicciones de la política económica del sandinismo, por ejemplo subvencionar al subproletariado urbano a costa de la población rural, trajeron consigo que en 1988 el producto interior bruto descendiese en un 12,4%, la inflación llegara a 14.000% y el déficit alcanzase el 30% del PIB.

Nicaragua ha pagado un altísimo precio por intentar aprovechar la guerra fría como instrumento de liberación nacional. El único éxito indiscutible del sandinismo, por lo que a la postre pudieron subsistir, fue su capacidad ilimitada de obtener ayudas y préstamos del exterior que llegaron a multiplicar por tres o cuatro el valor de las exportaciones. En los últimos 15 años, Nicaragua es el país que ha recibido mayor ayuda exterior por habitante. Claro que la otra cara de tamaño éxito es que los sandinistas convirtieron a Nicaragua en el país más endeudado del mundo, el doble de Costa de Marfil, que es el que le antecede en la lista.La política de transición de Violeta Chamorro, en lo político, ha consistido en propiciar la pacificación, aunque hayan surgido nuevos brotes de violencia -"recontras" y "recompas"- y la reconciliación nacional, colaborando con los sandinistas, cuestión que, además de haber originado enormes tensiones entre los partidos que la habían apoyado, sigue polarizando al país, como las últimas elecciones han puesto de relieve. En lo económico, los esfuerzos tenían que centrarse en la lucha contra la superinflación. Del 13.490% de inflación en 1990, se bajó al año siguiente al 866% hasta llegar al 3,5% en 1993 y aunque ha habido repuntes, se ha mantenido en límites razonables. El éxito de la política antiinflacionista, con una sólida moneda nueva, el córdoba oro, ha traído consigo una recesión en aumento, al menos hasta 1994, con los consiguientes costos sociales. Nicaragua, todavía muy lejos de la situación económica que tenía en 1977, es hoy, después de Haití, el país más pobre de América. Al pueblo nicaragüense le ha resultado muy caro el experimento revolucionario sandinista, aunque también en estos trágicos 20 años la conciencia democrática de la gente haya hecho avances espectaculares, lo que pudiera explicar que el sandinismo, pese a sus altísimos costes, piñatas (como se conoce en Nicaragua a la apropiación individual de bienes expropiados que llevaron a cabo los sandinistas después de la derrota de 1990) y rupturas internas, se mantenga como el primer partido del país, al que sólo vencen amplias alianzas: la UNO en 1990 y la AL en 1996.

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