Humor negro, mi general
Basándose en diversas semejanzas con la crisis norteamericana de los años 30, piensa Bernard Clavel que esta otra, la de ahora mismo, va a tener un desenlace todavía peor que la Segunda Guerra Mundial. Pero ese pesimismo del escritor francés, hombre de izquierdas que votó por Chirac, se nutre de un desánimo al que no sólo contribuyen los signos negativos del presente: "Desde Herodes, nada más hemos progresado en los medios para matar". ¿Se extralimita o se queda corto? Lo cierto es que, antes de Herodes, tenemos al rey Saúl, envidioso de un pastorcillo efraeto, David, porque éste acababa de alcazar la fama matando a un filisteo de Gat, el temible gigante Goliat. Dado que Micol, hija de Saúl, andaba enamorada de David, idea el padre la siguiente trampa: "Se la daré para que le sirva de lazo y le haga caer en manos enemigas". David, naturalmente, alega que él carece de dote alguna para llegar a ser yerno del rey. Entonces Saúl ordena a sus servidores: "Decidle que el rey pasa de dote, que se conforma con cien prepucios de filisteos". Y el buen David mató a cien enemigos, les arrancó los prepucios y se los ofreció en bandeja al rey.En aquella época, Yavé sólo permitía que los sucesos de esa naturaleza quedaran reflejados en palabras. Ahora, en cambio, cuando hasta bodas y comuniones carecen de existir si no son transformadas en vídeos de primera, la crueldad tiene a su alcance todos los medios técnicos para fijar y prolongar el vil recochineo. Somalia, Kuwait o Bosnia pueden ser escenarios perfectos, donde los costes de rodaje se abaratan al tiempo que se aviva el exotismo.Y la soldadesca volante, que va en ayuda de lo que haga falta, improvisa guiones que para sí quisiera Tarantino. El ejército canadiense, sin ir más lejos, se ha convertido en uno de los máximos especialistas en este género de documentos fílmicos. Acabo de medio ver algunos fotogramas repugnantes: fornidos soldados, con los cuerpos repletos de tatuajes y con el bigotito atildado, posan, orgullosos y sonrientes, junto a somalíes ensangrentados, atados de pies y manos.
Un soldado, Michel Urnelle, que estuvo en Somalia como miembro del regimiento aerotransportado de Canadá, ha escrito un libro demoledor, El ejército derrotado, donde nos cuenta cómo las gestas marciales en tierra extraña fueron una mezcla explosiva de torturas, drogas, violaciones y fraudes. Para colmo, las cámaras recogían las declaraciones de unos militares fanfarrones, que se la mentaban abiertamente de no haberle rebanado el cuello a más salvajes. Eso ocurría en Somalia, en 1993. Lo mismo había pasado en el desierto de Kuwait, en 1991, cuando los heroicos soldados se hacían fotografías junto a los cadáveres con muecas de obscena satisfacción.
Mas tarde, ya en Bosnia, 34 oficiales y soldados canadienses entran en un hospital psiquiátrico de Bakovici, maltratan a los pacientes y violan al personal sanitario.
¿Locura repentina? Nada de eso. La televisión canadiense ha difundido los ritos de iniciación a que eran sometidos los nuevos reclutas cuando llegaban al regimiento de Petawawa, en Ontario: humillaciones sexuales, descargas eléctricas y la obligación de tragarse un bebedizo.
Comparta aquí el lector la receta de lo que era conocido como "cóctel de bienvenida" del nuevo recluta: una botella de cerveza, excrementos, orina y vómito. Para los soldados negros, se les reservaba una propina, la de caminar a gatas con este letrero en la espalda: "Amo al Ku Klus Klan". Ahora, al estallar el escándalo de las atrocidades cometidas en territorio extranjero, un militar inculpado ha intentado defenderse de esta manera: "Como estábamos nerviosos y cansados, teníamos que hacer prueba de un poco de humor negro". Textual.
En víspera del día de la fiesta de Todos los Difuntos, y mientras los hutus ruandeses avanzan hacia la nada, abro el último libro de Ángel Guinda, Conocimiento del medio, y encuentro este conjuro para permanecer: "Sin perder de vista el cielo, / que la tierra te mire y puedas / ver el mar. Que en ti todo lo oculto / esté presente; todo lo muerto, / vivo; lo por nacer, nacido. Y tu huella / dé fruto, a la orilla del tiempo ".
Babelia
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