Matar y reír
Teatro de humor negro. Como Alfonso Paso, en Járdiel, en Juanjo Alonso Millán, en... desde allá, a lo lejos, viene esta tradición. Esta obra es mejor que algunas, peor que otras. Tiene gracia; tiene chiste, ironía, alguna fiereza. El autor previene al crítico -crítico es todo espectador, comente o escriba luego- que esta comedia no es más que un canto "algo ronco al amor, a la solidaridad y al entendimiento".La manera que tiene el personaje, Ramiro, es algo peculiar relativamente frecuente: mata mujeres. Como Landrú, como Petiot, como tantas afectaciones en sus notas, no quiere ser confundido con un machista, con un autor de odio a la mujer. Al contrario, libera a sus víctimas del sufrimiento de la vida (ARsénico y encaja antiguo) porque se las ve sufrir demasiado y él es el bueno, amigo de los animales y de los sufrientes (Verdoux).
Eutanasio
De Manuel Ruiz-Castillo. Intérpretes: María Fernanda d'Ocon, Gerardo Malla, Jesús Fuente, Juanjo Pérez-Yuste. Escenografía y vestuario: Toni Cortés. Dirección Gerardo Malla. Centro Cultural de la Villa de Madrid.
Las víctimas
Quizá el espectador vea otra cosa: quizá vea que algunas de sus víctimas -sobre todo, la esposa legítima, blanco preferido de las comedias cómicas- aparecen como rigurosamente insoportables. No cuento la comedia cómicas por no desmoronar la sorpresa, si es que la ingenuidad del espectador se lo permite.
Lo que queda mejor es el diálogo, la gracia verbal y de la situación, el ingenio, el cinismo que permite el género, el que el autor añade al autor cons sus pequeños inventos. Y la interpretación, que se añade. Tienen, también, su truco o su sorpresa: las cuatro mujeres de la fábula las interpreta María Fernanda d'Ocon, y en las cuatro pone su gracia personal, su fatiga, su trabajo. Para que estas cosas rindan es preciso que el autor dibuje la historia, los antecedentes y las situaciones de cada una de ellas lo suficientemente distintas como para que el público se admire de la flexibilidad de la actriz y de sus capacidad, y no falla en este caso. La de Gerardo Malla recoge toda la serenidad del tipo que mata por bondad -bueno, usted y yo ya sabemos que no; pero no se puede decir- porque las mujeres se quejan siempre, sufren siempre: o eso se desprende de la otra. La única que no es así...
la gente se ríe mucho. Un poco menos en la segundaparte. Aplaude inventos escenográficos de Toni Cortés con Gerardo Malla, réplicas y efectos; grita de placer ante María Fernanda, porque al público le gusta que se vea trabajar a los actores. El elogio popular a un cómico ha sido siempre "trabaja muy bien": es un matiz lingüístico curioso, porque nunca se dice de un torero, de un pintor o de un escritor. Nunca he oído decir que Cela o que Ayala "trabajan muy bien". Y trabajan, y bien.
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