'Blues' y sombras
En 1968, tras haber conocido juzgados y cárceles, los Rolling Stones decidieron madurar.Los golpes les habían llovido desde todos los lados: hasta su bienintencionado disco psicodélico, Their satanic majesties request, quedó empequeñecido por el resplandor del Sgt. Pepper, de los Beatles. Se imponía endurecerse, en un proceso paralelo al de los movimientos juveniles, que habían derivado de la utopía de las flores a los sueños de la revolución.
Los primeros choques les enfrentaron con su discográfica, una empresa anquilosada llamada Decca: allí se negaron a publicar Beggars banquet con la portada del grupo, que reproducía un retrete con abundantes pintadas guarras. Tampoco congeniaron con la música, más sombría y malévola, con Jagger encarnando al príncipe de las tinieblas en Sympathy for the devil.
El pop británico, ansioso de dejar atrás su adolescencia, redescubría el blues, música rotunda y viril que les permitía expresar sentimientos agrios y retorcidos. En Rock and roll Circus, John Lennon canta un angustiado Yer blues: "Me siento tan suicida / incluso odio mi rock and roll". Jagger hizo venir desde Los Angeles a Taj Mahal, bluesman idiosincrásico que tuvo que actuar de incógnito, dado que no contaba con el preceptivo permiso del sindicato de músicos británicos.
Siempre prudente, Jagger intentaba caminar por la cuerda floja: no permitió que Marianne Faithfull cantara su trágico Sister morphine, aunque sí aparecieran referencias a las drogas en temas que los Stones interpretaron, como el sabio You can't always get what you want. Y es que Jagger, aparte de llevar sobre sus espaldas todo el peso del montaje, tenía que comportarse: le vigilaba la señora Elma Smith, su profesora de primaria, invitada no se sabe por quién, empeñada en contar a todo el mundo que "Mike era un niño muy dulce".
No exactamente lo más adecuado para alguien que, poco después, se iba a quitar la camiseta y revelar un (falso) tatuaje satánico en su pecho, mientras sonaba el apocalíptico Sympathy for the devil.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.