La Competición acaba sin claros favoritos
La proyección, anoche, de la tercera película española a concurso, la decepcionante Sólo se muere dos veces, de los hermanos Ibarretxe, no arrojó luz sobre una selección a concurso de la que, además de productos estrictamente de género, ha faltado también la película capaz de concitar la adhesión de crítica, público y jurados, Así las cosas, sólo parecen aspirantes con posibilidades el irregular aunque interesante culebrón místico Fotos, de Elio Quiroga; la sobria y elegante peripecia caligráfica The pillow book, de Peter Greenaway, y hasta una elusiva alegóría irani, Gabbeh, de Mohsen Makhmalbaf, proyectada ayer mismo.Las decisiones de un jurado, como enseña la cercana lección del festival de San Sebastián, son sólo el fruto de la deliberación de siete personas con gustos, intereses y enfoques a menudo discrepantes y por tanto sometidos a consensos forzados y no siempre satisfactorios. Pero así como en el festival donostiarra abundaba el material entre el cual componer un palmarés decente, en Sitges no hay apenas películas capaces de despertar la admiración como para convertirse automáticamente en favoritas.
Por lo visto hasta ahora, sólo hay unos pocos filmes capaces de aspirar a galardones. Uno, favorito desde su pase a la prensa es el desquiciado Fotos, del canario Elio Quiroga, no tanto porque sea un filme redondo, que dista mucho de serlo, sino porque por lo menos asume riesgos. El otro -es obvio dada la personalidad y la obra de su autor- es The pillow book, la primera película oriental de Peter Greenaway. Al menos para este cronista, el filme significa una cierta claudicación del autor en lo que hasta ahora eran las claves de su estilo en aras de obtener un consenso público.
La tercera entre las favoritas es Gabbeh, del iraní Mohsen Makhmalbaf, cineasta desconocido en España aunque esté en activo desde 1982 y haya realizado 14 películas. Un tapiz típico, el gabbeh del título, cuya técnica cultivan las tribus sureñas de Irán, hoy en fase de extinción, sirve al director para trazar una bella alegoría sobre la existencia. El filme, por momentos de estremecedora belleza, no aporta siempre las claves para su interpretación, sobre todo a un espectador occidental. Sus posibilidades están en función de si el jurado está dispuesto o no a premiar películas arriesgadas y con dificultades de acceso al mercado.
En uno u otro caso, a poco podrá aspirar Sólo se muere dos veces, de los hermanos ibarretxe, filme al que los rumores auguraban un bautismo a la altura de otras cintas de realizadores jóvenes, como La Cuadrilla o Álex de la Iglesia. Un bautismo que se ha quedado en chasco. Los cuatro hermanos Ibarretxe son conocidos sobre todo en Euskadi como autores de un programa televisivo de ETB que se ha convertido en un fenómeno casi de culto. A la vista, de su primer largo profesional, hay que convenir que están todavía bastante verdes. El filme resulta más divertido cuando se cuenta que cuando se ve, lo que indica a las claras la debilidad visual de su contenido.
Comedia que apenas hace, reír, filme fantástico al que le falta una considerable dosis de locura, película de buen presupuesto que raramente da cuenta de la inversión realizada, Sólo se muere dos veces comparte con otras películas españolas, como La lengua asesina o la incomprensible Necesidades, de Fernando de France, fuera de concurso, el raro privilegio de ser las grandes decepciones de un certamen en el que, hay que repetirlo una vez más, no han abundado las grandes películas.
Grande, Ferrara
Grande es, sin embargo, The funeral, de Abel Ferrara, un vigoroso, brutal thriller no incluido en el concurso. Ya habrá ocasión de volver sobre ella, puesto que su estreno es inminente. Sólo cabe anticipar que su trama, que habla de la noche en que una familia de gánsteres está velando al menor de tres hermanos, de los motivos de su muerte y de la venganza posterior, es un prodigio de sobriedad narrativa y de una intensidad realmente impresionante, la marca de estilo definitiva de un maestro.
Babelia
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