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Tribuna:COMER, BEBER, VIVIR: FELICIANO FIDALGO
Tribuna
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James Dean y Jean Leon, unidos por el vino y la muerte

Hay que mirar al pasado breve y necesariamente. El año 1941, la bella ciudad de Santander fue bocado de las llamas de un fuego devastador. Al día siguiente, la familia Carrión -el matrimonio y sus 11 hijos-, como tantas y tantas, se echaron al camino en busca de otra vida; dieron en Barcelona, y, ya pasados algunos meses de lágrimas y hambres, uno de los hijos meditó: "Resulta que hablo el catalán", y, al tiempo, levantó acta para sí mismo de que había descubierto el vino y eso alentaba su existencia. El muchacho no lo pensó apenas y emigró al sur de Francia; con todas las cuitas al hombro, en pocos meses ya hablaba francés y los vinos comenzaron a ser su meta; dando cuerda a su facilidad para los idiomas, y sin otra perspectiva que la aventura, como mejor pudo llegó a Inglaterra y aprendió el inglés mientras fregaba platos y suelos; sólo le quedaba el alemán, y no tardó en desembarcar en la tierra de Beethoven.El muchacho Carrión, con cinco idiomas en su cuenta corriente, no dudó al echar las cuentas de su futuro: ir a EE UU a ganar dinero para, después, volver a la tierra del vino y elaborar el suyo propio. En EE UU le abrieron las puertas los idiomas, y la cadena de hoteles Hilton lo empleó inmediatamente como intérprete. Pero, pasados dos años traduciendo y adivinando milagros para alcanzar su objetivo, las autoridades americanas lo invitaron a abandonar el país porque su residencia había caducado. Camino de la frontera, Carrión ideó otra salida: ofrecerse a los americanos para alistarse como voluntario para luchar en la guerra de Corea, que entonces era metralla al rojo vivo.

Concluida la guerra, Carrión fue sorprendido con la nacionalidad americana por su comportamiento guerrero en favor de EE UU; fue cuando el peregrino y aventurero se encontró de nuevo ante todas las posibilidades y ante la nada. Hizo trabajos mil, y por fin consiguió que Frank Sinatra lo empleara como camarero suyo particular. Durante cuatro años ejerció tan obediente profesión y conoció el mundo de Hollywood, y en particular a James Dean, el ídolo mundial del momento. Con él como socio montó el restaurante La Scala, que fue y sigue siendo el mejor restaurante de la meca del cine. Tras la muerte en accidente automovilístico de James Dean, Jean Leon (ex Carrión de Santander) se asentó como dueño único y comenzó su trote en el mundo de los negocios.

Ya multimillonario, regresó a Cataluña y en el Penedés realizó su sueño: compró 200 hectáreas en el término municipal de Torrelavit, y Jaume Rovira, enólogo y sabio de la viña, le ayudó a parir el vino Jean Leon, blanco y tinto, y le dedica aún su vida y su amor a ese vino que se rifa en España y en el mundo. Jean Leon acostumbraba algunas veces al año a visitar España. El 25 de septiembre último se encontraba en Madrid. Y uno de sus hijos llegó vertiginosamente para repatriarlo a su casa de Beverly Hills. Una nefasta enfermedad que padecía y no soportaba le dio el último asalto y acabó con él. Quedan su aventura y su amor al vino.

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