Los países más desarrollados se comprometen a aliviar la deuda de los más pobres
ENVIADA ESPECIAL"Siento que las reuniones hayan sido tan insulsas, sólo ha habido buenas noticias" bromeaba esta semana Michel Camdessus, director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), refiriéndose a la asamblea anual del Fondo y el Banco Mundial celebrada en Washington a la que asistieron banqueros, empresarios y altos cargos de los Gobiernos de 181 países. En parte, la valoración de Camdessus es cierta: la economía mundial crece a un buen ritmo -3,8% este año y 4,1% el que viene- con cada vez más países que se benefician de esta expansión y, además, las dos instituciones han sacado adelante la iniciativa para aliviar la deuda de los países pobres altamente endeudados.
La perspectivas de crecimiento mejoran en casi todas las regiones del mundo. Entre las economías industrializadas destaca la fuerte recuperación que espera el Fondo registre la Unión Europea y Japón en 1997, cuyas economías crecerán a un ritmo del 2,5% y 2,7%, respectivamente, adelantando así a Estados Unidos.El PIB de este último, que crece por sexto año consecutivo, aumentará el 2,3%. La reducción de los déficit en casi todos los países industrializados, el éxito en la lucha contra la inflación, que se sitúa en tasa históricamente bajas -2,4%-, y la corrección de los desequilibrios del tipo de cambio del dólar con el marco alemán y el yen japonés, están contribuyendo, según el FMI, a que el mundo desarrollado inicie una etapa de crecimiento sano y sostenible.
La persistentemente elevada tasa de paro en la Unión Europea (UE) -11%- es el único punto oscuro en este optimista panorama. El Fondo respalda los ajustes presupuestarios que están aplicando Los Quince para reducir sus déficit públicos por debajo del 3% del PIB y participar en la unión monetaria, pero advierte a los países con más alto paro tendrán dificultades para mantenerse si no flexibilizan sus mercados de trabajo.
Flexibilidad laboral
"Las reformas del mercado laboral no sólo son necesarias para solucionar el problema del paro y ayudar a reducir los déficit, sino que son también esenciales para el éxito de la unión monetaria: cuando haga falta un ajuste excepcional, se requiere una mayor flexibilidad laboral que sustituya la pérdida del instrumento del tipo de cambio".Las mejores perspectivas de la economía mundial no se reducen a los países industrializados. De nuevo, el dinamismo de las economías emergentes del sureste asiático -su PIB crece por encima del 7%- contribuye de forma notable al crecimiento del planeta. Las economías en transición, cuyo PIB se espera que avance un 0,4% este año, participarán de lleno de la expansión mundial en 1997, con un crecimiento del 4%. Latinoamérica pasará del 3% de este año al 4% el año que viene. Para África, donde un alto número de economías está aplicando programas de ajuste, se prevé que la tasa de crecimiento se mantenga en el 5% este ejercicio y el próximo.
Las economías pobres más endeudadas, marginadas de esta prosperidad global, pueden beneficiarse este mismo año del plan aprobado por el FMI y el Banco Mundial, de acuerdo con el Club de París, para aliviar gran parte de su deuda. Esta iniciativa, comparada por el secretario del Tesoro estadounidense, Robert Rubin, con el famoso Plan Brady que permitió a mediados de los ochenta a las economías latinoamericanas renegociar su deuda para salir de la crisis, pretende cancelar una parte importante de la deuda externa de cerca de una veintena de países, en su mayoría en África subsahariana, siempre que demuestren su capacidad para corregir los desequilibrios de sus economías. El coste del plan es de 7.700 millones de dólares(más de un billón de pesetas).
Las economías candidatas a beneficiarse del plan se encuentran completamente marginadas del flujo de inversión privada que se destina a las economías en desarrollo, que en 1995 se elevó a 170.000 millones de dólares -cinco veces el montante de la ayuda oficial-, pero que se concentró (el 75%) sólo en 12 países. Más de 50 países no percibieron apenas nada de este capital.
En cualquier caso, el acuerdo rompe la resistencia a participar con nuevos fondos en las propuestas del Banco y el Fondo demostrada por los países desarrollados en las últimas reuniones. No obstante, en el aire siguen todavía algunas de las propuestas de Camdessus para aumentar los recursos del Fondo, cuyos compromisos se multiplicaron en volumen en el último año fiscal -hasta 26.000 millones de dólares- debido a la crisis de México y Argentina y los préstamos concedidos a Rusia. No se ha determinado cuándo se hará la asignación de derechos especiales de giro -la moneda de reserva del Fondo- con la que se pretende equiparar a todos los países, especialmente a aquéllos que, como los del antiguo bloque comunista, no han participado en ninguna asignación. Tampoco se ha decidido sobre el aumento de cuotas del Fondo, que España apoyó sin reservas.
Los países ricos han respaldado también la propuesta de James Wolfensohn de cancelar los créditos y los programas de ayuda de los países donde la corrupción del Gobierno impida que los beneficios de esta asistencia lleguen a la población necesitada. Es una propuesta arriesgada que ya recibió el rechazo de algunos de los altos cargos africanos y asiáticos por considerar que entraña la amenaza de que las instituciones multilaterales interfieran en los asuntos domésticos.
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