Atractivo y desigual policiaco
Después de escribir, producir y dirigir los prometedores policíacos Una sombra en el Jardín (1988) y Manila (1991), el barcelonés Antonio Chavarrías comete el grave error de cambiar de género y perderse por los siempre insondables vericuetos de la denominada "comedia catalana" para hacer la desafortunada El hundimiento del Titanic (1993) Superado este grave fallo, vuelve al policiaco con Susanna, el género en que realmente se mueve bien.En esta ocasión Chavarrías ha partido de tres personajes tan interesantes como diferentes, tras los que se esconden mundos muy distintos e igualmente sugerentes, para hacer un atractivo y desigual policiaco.
La razón de esta dispersidad estriba en que, por un lado, el material manejado es demasiado amplio y rico, pero, por otro, carece de la necesaria estructura dramática para sintetizarlo. Susanna parte del choque entre tres personajes muy distintos. Un empleado que no tiene inconveniente en apropiarse de vez en cuando de algún dinero de su empresa, tener una historia con una mujer atractiva y que en el curso de la narración se casa y tiene un hijo. Una joven teñida de rubia platino, sola en la vida y que ha pasado una temporada en la cárcel por algún mal paso dado con anterioridad y un cumplidor, marroquí, perteneciente a una amplia familia musulmana, desde hace algún tiempo instalado en Barcelona, y muy enraizada en sus tradiciones.
Susanna
Director y guionista: Antonio Chavarrías. Fotografía: Andreu Rebés. Música: Javier Navarrete. España, 1996. Intérpretes: Álex Casanovas, Eva Santolaria, Sald Amel, Joan Dalmau, Rosa Garniz. Estreno en Madrid: Pompeya.
Excesos
Antonio Chavarrías consigue definir con claridad los tres personajes y los peculiares mundillos en que se mueven los protagonistas, pero no acierta con la dosificación de los tiempos de su narración, se le va de la mano la historia por culpa de un guión donde todo se diversifica en exceso y avanza a velocidades muy distintas.Tampoco le ayuda mucho a la hora de narrar Susanna la estructura dramática elegida. Funciona bien que casi todo sea una larga vuelta hacia detrás a partir de la detención del presunto culpable y el descubrimiento del asesinato, pero están mal integradas en el conjunto los otros dos saltos hacia detrás que existen en el relato. Así como que al principio se concentren varios meses de la vida del protagonista en muy poco tiempo, y luego se pase a unas inacabables escenas de ceremonias familiares. Además de que los personajes entren y salgan de la historia más a voluntad de su autor que de sus necesidades dramáticas.
Otro grave inconveniente de la película es su desigual reparto. El actor marroquí Said Amel es quien resulta mejor en su confuso papel.
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