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La UE y la OTAN

Después de una pausa de medio siglo, Alemania es, desde hace seis años, de nuevo un país soberano que ha alcanzado el rango de una potencia europea, pero que sabe muy bien que no puede volver a cometer el error de tratar de convertirse en una mundial, por lo menos ella sola y en las actuales circunstancias. El vertiginoso crecimiento económico de Alemania ha sido, en buena parte, consecuencia de su doble integración europea y atlántica y esta experiencia impregna también su política exterior en esta nueva fase. La integración en la Unión Europea y en la OTAN, constituyen los dos puntales básicos, indiscutibles, desde cuyo recio asentamiento Alemania está únicamente dispuesta a ensayar una política exterior propia. El proceso de integración europea -propuesta francesa que contó desde el primer día con la colaboración entusiasta de Alemania- sigue girando en tomo al eje franco-alemán. Durante decenios ha funcionado bastante bien gracias a una buena división del trabajo: la superioridad económica alemana venía compensada por la mayor autonomía política y militar de Francia. No se ha subrayado lo suficiente el juego que en los dos últimos decenios de la guerra fría dieron las diferentes políticas, exterior y de seguridad, que propulsaron Francia y Alemania. La República Federal nunca participó -su situación especial no se lo permitía- en el envite francés de enfrentar las instituciones europeas a las atlánticas, desde el supuesto gaullista de que la futura Europa unida, si quería consolidar su autonomía, tendría que marcar distancias con el poder hegemónico de Estados Unidos. Alemania, en cambio, pese a haber sabido utilizar para su política del Este el margen de autonomía que abrían los franceses, mostró siempre, junto con el entusiasmo europeísta, una misma fidelidad otanista.El mercado único exige una moneda única, la que a su vez no podrá funcionar sin una política de seguridad y otra exterior comunes. Un avance importante en la política de seguridad común europea se ha alcanzado con el concepto de Combined Joint Task Forces (CJTF), que permite a los europeos utilizar la infraestructura de la OTAN en misiones militares conjuntas sin participación norteamericana, aunque, desde luego, con su consentimiento: todas las modificaciones de la OTAN, y están siendo muchas y de fondo, ratifican lo que ha sido desde su fundación, el órgano que articula la hegemonía de EE UU en Europa. La Unión Europea Occidental (UEO), embrión de lo que hubiera podido ser el instrumento de una política de seguridad común europea, al integrarse de manera subordinada en la OTAN, queda degradada a mera dependencia de la organización atlántica. La política de seguridad comunitaria se decide en la OTAN, lo que, al menos, garantiza su existencia. Y con una política de seguridad común, vertebrada por EE UU, no es ya muy amplio el margen que le queda a la futura política exterior europea.

Mientras que la Conferencia Intergubernamental apenas avanza, EE UU, utilizando la reestructuración de la OTAN, está en vías de resolver la cuestión vital de una política común de seguridad para Europa, al precio de desmoronarse la vieja ilusión gaullista de una Europa unida que pondría énfasis en una mayor independencia de EE UU. Tanto es así, que incluso a Francia no le queda otro remedio que volver a integrarse plenamente en la OTAN. La República Federal, en cambio, ve confirmada la política que ha llevado a cabo desde su nacimiento: el proceso de integración europea sólo avanza en lo económico, si la política de defensa y la política exterior de los europeos aceptan de buen grado la hegemonía de EE UU. Fracasada la política francesa de cercenar la hegemonía norteamericana en Europa, se resquebraja el anterior equilibrio entre Francia y Alemania. En esta nueva fase, Alemania detenta ante Francia una clara superioridad, tanto económica como política, al tener trazas de poder convertirse en la aliada principal de EE UU. A ello se añade que la aplicación del Tratato de Maastricht que se está haciendo estrecha los vínculos que unen las instituciones comunitarias a la OTAN. La plena integración en Europa implica cada vez con mayor fuerza la plena integración atlántica.

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