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Yeltsin recibe a Lébed en la clínica y frena la dimisión del consejero de seguridad ruso

Pilar Bonet

La cumbre política de Rusia estuvo ayer al borde de una crisis de envergadura cuando el secretario del Consejo de Seguridad, general Alexandr Lébed, se presentó a su cita de 28 nutos con Borís Yeltsin, la primera desde hace casi un mes, con una carta de dimisión en la cartera, motivada, entre otras cosas, por las recientes decisiones presidenciales contrarias a la opinión del ambicioso general. Lébed dijo recientemente que vio a Yeltsin por última vez el pasado 9 de septiembre. "No se apresuren a cambiar los retratos. En el país hay un presidente, y un presidente que actúa" dijo Yeltsin en un mensaje por radio.

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El presidente quiso con ello iniciar una nueva práctica de comunicación regular con la población y superar el distanciamiento que produce su enfermedad. La utilización de la radio, algo que los dirigentes del Kremlin no hacían desde los años cincuenta' en los primeros tiempos de Nikita Jruschov, ha sido justificada por los portavoces oficiales como una forma de comunicación más democrática que la televisión. La idea, que permite ocultar el aspecto del líder de las cámaras de televisión, se atribuye a los expertos en propaganda que modelaron su campaña electoral y que siguen colaborando con su hija Tatiana.Inicialmente estaba previsto que Yeltsin se dirigiera por la televisión en vísperas de la operación para explicarles que esperaba con tranquilidad el quirófano y que el país está en buenas manos. La huella de la Administración presidencial en el texto radiado ayer era patente en el intento de reducir a Lébed a la categoría de un simple funcionario, al calificarlo como "ayudante".

Yeltsin apoyó claramente la gestión de Lébed en Chechenia. Esta había sido atacada furibundamente la víspera como una traición por el ministro del Interior, Anatoli Kulikov, y la mayoría de los grupos políticos de la Duma, que se rasgaron las vestiduras sobre la unidad del Estado y no atendieron a los argumentos razonados sobre la incapacidad combativa del Ejército en el Cáucaso.

"Mi ayudante, Aleksandr Ivánovich Lébed, cumplió mi encargo y paró los combates. Lo más importante es que se consiguió interrumpir el derramamiento de sangre", afirmó Yeltsin. "Pero es pronto para tranquilizarse", advirtió. "Los separatistas acuden a las conversaciones de muy mala gana. Hay que devolver los prisioneros a sus hogares, no se puede permitir que la salida de las tropas vaya acompañada del robo de armas y de equipo militar".

Yeltsin se pronunció a favor de restablecer el sistema de dirección en Chechenia". Lo primero, señaló, es "determinar el estatus y la composición" de los órganos de poder. "Son las tareas prioritarias que he encomendado a Lébed", señaló. El presidente abordó la "impostergable" reforma en el Ejército, que, según aseguró, debe ser sometida a "un control especial'

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Sin embargo, el espaldarazo presidencial a Lébed, que lo rehabilita frente a sus adversarios y al ministro del Interior, tenía su trampa, porque, en el mismo mensaje, Yeltsin encomendó nuevas tareas a Lébed, que se limitan precisamente a la cuestión chechena, un tema que el general pretendía dejar atrás para pasar a abordar otros asuntos de Estado. Observadores políticos opinan que el Kremlin carece de voluntad para resolver la crisis chechena rápidamente y pretende que Lébed siga desgastándose en una situación donde se alternarán avances y retrocesos.

Rostro hinchado

Yeltsin tiene mejor voz que aspecto, a juzgar por la aparición televisiva a la que se vio forzado para explicar su entrevista con Lébed y justificar las decisiones que el general le ha reprochado. Con el rostro hinchado, Yeltsin dijo que Lébed se oponía al nombramiento de Yuri Baturin, el secretario del Comité de Defensa, como responsable de la comisión de ascensos militares, una facultad que Lébed había reclamado para el Consejo de Seguridad por escrito ante el presidente. Yeltsin defendió a Baturín, asegurando que éste hará bien su trabajo, y conminó a Lébd a cumplir las tareas que se le han encomendado y trabajar de forma más persistente con el jefe del Gobierno y con otros funcionarios de la dirección del Estado. "Uno no puede enfadarse con todo el mundo", dijo Yeltsin, que pidió a Lébed cumplir con sus obligaciones. Y agregó que no tenía fundamento para presentar su dimisión.Esta expresión y las críticas que Lébed oyó en la Duma, traían a la memoria la situación que Yeltsin vivió hace casi una década, cuando se convirtió en un disidente criticado y denostado en el foro interno del PCUS, el Comité Central, donde acabó dando un portazo que fue clave después pata su triunfo popular. Yeltsin, por lo visto, no está dispuesto a que Lébed dimita y repita su camino hacia la cumbre.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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