Malos tiempos para la lírica
"No os acongojéis demasiado porque las masas, los pobres desheredados de la cultura, tengan la usuraria ambición de educarse y la insolencia de procurarse los medios para conseguirlo". (Antonio Machado).Casi todas las miradas se dirigen hoy hacia la educación secundaria obligatoria. Quizá porque es en esta etapa educativa donde el cambio escolar encuentra mayores resistencias, donde se le da una innegable vuelta de tuerca al pasado (con la extensión de la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años, el énfasis en la diversidad del alumnado y un enfoque didáctico innovador en las áreas), donde aparecen algunos obstáculos difíciles de salvar (desde algunas actitudes de oposición entre los enseñantes hasta la inadecuada organización pedagógica de los institutos) y donde acaso se juega el ser o el no ser de una transformación en profundidad del sistema educativo en nuestro país.
Hoy la educación secundaria ocupa las páginas de los periódicos, invade las ondas de la radio y se instala en la ventana electrónica de la televisión. Quizá por las dificultades (y por las chapuzas) de una implantación que no sólo ha contado con el recelo, la antipatía o la indiferencia de una buena parte del profesorado de enseñanza secundaria sino también con la hostilidad de colectivos de padres y de madres en pie de guerra contra la ubicación del primer ciclo de la educación secundaria obligatoria en institutos alejados del hogar familiar. O quizá porque la ola de liberalismo a ultranza que inspira en los últimos tiempos a quienes van a dirigir la política educativa en este país (y que se traduce en una obsesión casi enfermiza por atender con especial fervor al sector privado de la educación en detrimento de la enseñanza pública) hace pensar en un olvido nada inocente de los fines comprensivos y compensadores de las desigualdades sociales que en teoría la LOGSE otorgaba a esta etapa obligatoria de escolaridad.
Quizá por ello algunos albergan la esperanza (esa esperanza de quienes se creen, acaso con razón, avalados por el poder) de que un giro copernicano en la educación secundaria obligatoria acabe convirtiendo a ésta en un ensayo pedagógico de bachillerato y de las enseñanzas universitarias. En última instancia, en un escenario donde el objetivo no sea tanto educar a todos como seleccionar a las élites del futuro y segregar de forma prematura a los que acaben fracasando en el intento. De esta manera la educación secundaria obligatoria acabará convirtiéndose en la antesala del abandono escolar de quienes por su origen sociocultural parecen haber nacido para perder. No deja de ser una paradoja que el cambio educativo acabe sirviendo a la postre para que al final nada cambie.
De ahí que una de las incógnitas en la actual coyuntura educativa resida en saber si la educación secundaria obligatoria, pese a los vientos y a las marcas que de un tiempo a esta parte la golpean por todos los flancos, será capaz de contribuir al desarrollo de las capacidades de quienes acuden a los institutos de lunes a viernes o si, por el contrario, en nombre de la libre competencia en el mercado escolar de la calidad de la enseñanza y de la eficacia, acabará poniendo el acento en la función selectiva del sistema educativo convirtiéndose de esta manera (como algunos pretenden) en un umbral prematuro de la selección académica y de la segregación social.
Hoy más que nunca es necesario seguir insistiendo en la defensa de una enseñanza pública que asegure el derecho a la educación de todas las personas en nuestra sociedad. Sean cuales sean sus capacidades, aptitudes y origen cultural. Porque el acceso de todos al saber es condición indispensable para el ejercicio del derecho a la libertad y para ir avanzando hacia una sociedad más justa e igualitaria. Aunque tales ideas no estén ya de moda. Aunque despidan un cierto olor a rancio. Aunque éstos sean malos tiempos para la lírica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.