La ausencia de Mubarak amenaza con hacer fracasar la cumbre israelo-palestina de hoy
El temor a verse aislado y expuesto a acusaciones de intransigencia impulsó a Yasir Arafat a anunciar anoche desde Luxemburgo que acudirá a la cumbre de emergencia convocada por Washington para rescatar el proceso de paz tras cuatro días de sangmentos incidentes en Gaza y Cisjordania. Uno de sus asesores insinuó antes su asistencia tras un largo encuentro a puerta cerrada M líder palestino con el presidente egipcio, Hosni Mubarak, cerca de Alejandría. Mubarak, sin embargo, decidió no participar, pero fue la Casa Blanca la que comunicó su negativa tras manifestar que la cumbre se celebrará hoy y mañana. El rais prefirió no dar explicaciones.
La ausencia de Mubarak hace que la cumbre de emergencia comience con un revés que el Gobierno norteamericano no tenía previsto. Bill Clinton fue incapaz de convencerle de la importancia de ésta. El portavoz de la Casa Blanca justificó la ausencia por razones del programa de trabajo de Mubarak y aseguró que "los egipcios seguirán muy de cerca" las deliberaciones. El Gobierno de EE UU desestimó, antes de conocer la negativa de Mubarak, las sugerencias de aplazamiento de la reunión hechas por el propio presidente egipcio y por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasir Arafat, después del encuentro entre ambos. El ministro de Exteriores egipcio, Amr Musa, no estará tampoco a pesar de que en un primer momento Washington aseguro su presencia.Mike McCurry, portavoz de la Casa Blanca, indicó que Clinton había mantenido "una muy buena conversación telefónica" con Mubarak. "El presidente [egipcio] es un socio muy valioso en el proceso de paz y Clinton intercambia con él a menudo ideas relativas a éste".
A pesar de los elogios, McCurry no tuvo más remedio que admitir que habían fracasado los intentos de Clinton por convencer a Mubarak. "Hemos insistido en su participación, dado lo valioso de su comprensión del proceso y su análisis de los temas que están enquistados en la situación".
Programa abierto
La Casa Blanca dejó abierto el programa de la cumbre y se manifestó con vaguedad sobre su dinámica. El portavoz sólo manifestó la intención de dedicar la jornada de hoy a entrevistas bilaterales y concluir el miércoles con una sesión plenaria. Sin embargo, tuvo que reconocer que aún no había acuerdo para un cara a cara Netanyahu-Arafat.Anoche resultaba imposible determinar si Arafat había recibido garantías norteamericanas de que la reunión de Washington va a tocar los temas de fondo: la disputa entre los palestinos e Israel por la apertura del túnel cerca de la mezquita de Al Aqsa y un calendario concreto para el repliegue de las tropas israelíes que continúan en la ciudad cisjordana de Hebrón, en violación de los acuerdos israelo-paestinos firmados.
Si hubiera que guiarse por las palabras del primer ministro derechista israelí, Benjamín Netanyahu, la cita de Washington, a la que también fue invitado y confirmó su asistencia el rey Hussein de Jordania, no va a colmar las expectativas palestinas. Netanyahu declaró que la cuestión del túnel "no estará en la mesa" porque se trata de un asunto interno israelí.
Netanyahu, que ganó ajustadamente las elecciones en mayo prometiendo no hacer concesiones a los árabes, anunció además que buscará "renegociar" los términos del acuerdo para el repliegue de Hebrón, un proyecto que los palestinos han denunciado como una estratagema para eludir compromisos adquiridos por el anterior Gobierno laborista. Pero como signo de buena disposición, declaró en el avión en que viajaba anoche a Washington que propondrá a los palestinos que después de la cumbre inicien ambos "negociaciones continuadas hasta que se alcance un acuerdo" sobre Hebrón.
El presidente Clinton se ha visto arrastrado a esta crisis sin ninguna voluntad de participar en ella. El jueves de la pasada semana, el día de los peores enfrentamientos, Clinton no llamó por teléfono ni a Netanyahu ni a Arafat. A partir del viernes, la Casa Blanca se convenció de que, a pesar de los riesgos políticos y electorales de intervenir, lo peor era no tomar la iniciativa, y los teléfonos entraron en acción, pero el enconamiento era ya muy fuerte y la diplomacia a distancia no pudo resolver nada. Por esa razón, la convocatoria de la cumbre pone de manifiesto la gravedad de la situación e impide que haya pronósticos demasiado optimistas sobre su resultado.
La relación de Clinton con Netanyahu ha sido complicada desde que la Administración de EE UU no ocultó en plena campana electoral israelí su respaldo a Simón Peres. La proximidad de las elecciones norteamericanas facilitó que durante los tres primeros meses de Gobierno conservador, la Casa Blanca ignorara la congelación a, la que el primer ministro sometió el plan de paz.
Ahora, a pesar de que entre los dos no existe' el entendimiento que había con Rabin y con Peres y que facilitó los acuerdos de paz, Clinton no ha tenido más remedio que cubrir a su aliado más importante en la zona, primero, con la abstención de EE UU en el Consejo de Seguridad, el pasado sábado, de una resolución aprobada por los otros 14 países del Consejo que Israel encontró inadmisible, y posteriormente con la convocatoria de la cumbre en Washington, en lugar de en El Cairo, como era el deseo de la ANP y de Egipto.
Comentaristas israelíes describían la cumbre como una apuesta incierta para Clinton, dado que no existen garantías de que alcance su principal objetivo de contener la ola de violencia. Además, el fracaso sólo producirá mas frustración árabe y una intensificación del peligro de nuevos enfrentamientos.
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