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Israel reabre el "túnel de la guerra"

Policías israelíes con gran parafernalia antimotines supervisaron ayer por la mañana la reapertura del túnel arqueológico de la ciudad vieja de Jerusalén, origen de los más graves choques entre palestinos y judíos desde 1967. Los agentes se mostraron impertérritos a las pocas pedradas que aterrizaron inofensivamente a sus pies. El Gobierno de Benjamín Netanyahu no prestó la más mínima atención a la resolución de la ONU de la madrugada anterior ni a los consejos de EE UU y Europa, que se han pronunciado enfáticamente en favor del cierre del pasadizo, por el que ayer se aventuraron grupos de turistas.

Salvo un nada descartable imprevisto, Netanyahu y el líder palestino, Yasir Arafat, se verán esta semana en Washington con Bill Clinton como árbitro. Esa cita debe desactivar en teoría el peligro de una nueva guerra en Oriente Próximo.Esas intenciones tropezaron ayer con varios obstáculos. David Bar llán, uno de los principales asesores de Netanyahu, dejó atónito a todo el mundo cuando declaró a la radio israelí que Israel quiere desarmar a la policía palestina, de cuyos fusiles partieron las balas que se cobraron la semana pasada la vida de varios soldados israelíes. Al mismo tiempo sugirió que Israel va a tener que reconsiderar el repliegue militar de la ciudad cisjordana de Hebrón. A ello se suma la promesa que Netanyahu pronunció la noche del sábado ante la organización fundamentalista cristiana Embajada Cristiana. "El túnel no se cerrará. Nunca será cerrado". Netanyahu dio ayer el primer paso para complacer a Estados Unidos. La invitación de Clinton fue descrita por el Gobierno israelí como una oportunidad que puede producir "resultados tangibles" en la búsqueda de un arreglo. El comunicado oficial dijo que Israel ha buscado en todo momento la intervención diplomática norteamericana y esbozó los objetivos israelíes, según Netanyahu: el cese de hostilidades y la "aceleración de las negociaciones" de paz.

Arafat abrazó en principio la idea de una cumbre en Washington, pero hizo saber que es imprescindible la presencia de -otros líderes árabes, como el presidente egipcio, Hosni Mubarak, y el rey Hussein de Jordania, para dar a cualquier solución a la crisis una dimensión de compromiso y garantías regionales. "Estamos dispuestos a discutir cualquier propuesta que sea seria y que conduzca a poner fin al derramamiento de sangre palestina y a las amenazas israelíes de reocupación", dijo un portavoz oficial palestino.

Lo que los palestinos están exigiendo a cambio del viaje a Washington permanecía anoche en el campo de lo inalcanzable: el previo cierre del túnel por parte de Israel y una clara y categórica declaración de que, a pesar de laspalabras de David Bar Hán, no habrá ningún movimiento para desarmar a la policía palestina. El propio Arafat declaró ayer que "el reunirse sólo por reunirse no tiene sentido". Sin embargo, uno de sus asesores aseguraba al caer la noche que el raís no faltará a la cita.

El diario Jerusalem Post informaba ayer de que Netanyahu ha sido instruido por el Gabinete para que no haga ninguna concesión a los palestinos, con los que ha estado combatiendo desde la semana pasada en una lucha a tiro limpio que ha dejado el saldo de más de 69 muertos y más de 1.000 heridos.

Por segundo día consecutivo, ayer no hubo bajas, pero la situación permanece en estado de fluidez absoluta. Hay temores a que facciones palestinas islámicas reanuden sus ataques suicidas para empujar la crisis hacia un enfrentamiento total con Israel. Los tanques israelíes están listos para entrar en acción. Varios de ellos se dirigían a la franja de Gaza, pero el más importante desplazamiento de vehículos blindados tenía como destino los alrededores de Nablus. Al menos 24 tanques han sido emplazados a 300 metros de la entrada de la ciudad cisjordana.

Con la intención de presentar ante Israel la posición palestina con la mayor exactitud posible, Arafat recurrió al diario Yedioth Ahronot. En la primera entrevista concedida a un periódico judío desde el estallido de la violencia hace cinco días, Arafat desechó de plano la posibilidad del desarme de sus fuerzas policiales, que aglutinan a aproximadamente a 30.000 hombres.

Israel sostiene que las armas en poder de los policías palestinos fueron entregadas por el Gobierno israelí en el entendido de que servirían para contrarrestar a los sectores extremistas palestinos, no para ser usadas contra tropas israelíes.

"Israel no nos dio esas armas. Esas armas son nuestras. Estamos hablando de armas ligeras, de las que nuestros camaradas trajeron cuando volvieron a la patria. Esas armas tienen una función. ¿Con qué querían los israelíes que nos armemos? ¿Con pistolas de juguete?", se preguntaba Arafat.

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