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Desastre ganadero

Antonio Lorca

Rojas / Pareja, Umbreteño, Bejarano

Toros de Gabriel Rojas, 4º y 6º como sobreros, mansos de solemnidad, blandos, descastados y broncos.

Martín Pareja Obregón: estocada baja (ovación); estocada (ovación).

Umbreteño: tres pinchazos y dos descabellos (palmas); media y descabello (ovación).

Vicente Bejarano: dos pinchazos (ovación); estocada casi entera, cuatro descabellos -aviso- y seis descabellos (ovación).

Plaza de la Maestranza, 29 de septiembre. Segunda y última corrida de la Feria de San Miguel. Media entrada.

Si resulta imposible saber de antemano lo que un toro guarda en las entrañas de la bravura, aún más difícil parece reunir a seis ejemplares con las mismas intenciones. Ése es un auténtico gordo de la Primitiva, una carambola o quién sabe si la constatación de que en la ganadería abunda un género de características muy parecidas. Si lo último fuera cierto, el ganadero tiene motivos suficientes para cerrar la dehesa y dedicar sus preocupaciones a otros menesteres.Seis mansos, seis; seis extraordinarios mansos, bueyes de carga, descastados, inválidos, broncos y cobardes. Seis animales para el matadero, sin categoría alguna para morir en la plaza de la Maestranza sevillana. Curiosamente, los seis iguales, lo cual da mucho que pensar. Gran casualidad es que con la cantidad de toros que tiene Gabriel Rojas en el campo, le salgan sixtillizos.

Un sonoro fracaso, pues, de una ganadería que debe iniciar unas merecidas vacaciones, ganadas a pulso, después de una tarde para el olvido que rompió las ilusiones de tres jóvenes toreros que derrocharon ambición y, también, desesperación.

Si en esta fiesta hubiera justicia -que no la hay-, el empresario sevillano tendría ya reservado un puesto de honor en la próxima Feria de Abril para esta terna que ha tenido una actuación dignísima, valiente y artista. Se hacen apuestas, sin embargo, a que el ganadero volverá antes que cualquiera de los tres toreros. Aunque parezca mentira, así son las cosas en este espectáculo.

Sea como fuere, quede claro el fiasco de los toros -no se salvó ni uno-, y el triunfo sin orejas de los toreros. Sólo sus deseos de triunfo consiguieron espantar en algunos momentos el enfado y el aburrimiento.

Martín Pareja Obregón, por ejemplo, se presentó en Sevilla como un torero nuevo, ilusionado, con las ideas claras y una voluntad y entrega sorprendentes. Como, además, torea bien, consiguió una faena pinturera, elegante y fina ante el primer marmolillo de la tarde. A base de insistir, dibujó naturales, trincherillas y pases de pecho que, si bien carecían de emoción por la escasa acometividad de su oponente, guardaban un alto contenido torero. Volvió a tirar con valentía del cuarto, que se movía aún menos, y terminó desesperado ante la cobardía del animal.

Umbreteño se enfrentó a un lote imposible ante el que sólo pudo demostrar un valor frío que asustó a todos. Se jugó la vida sin cuento en una porfía inútil pero comprensible en quien busca contratos como un desesperado. Toreó bien, con gracia enorme, a la verónica, y se ganó una voltereta sin consecuencias al matar a su primero.

Bejarano dejó muy claro que quiere ser figura y que cuenta con los mimbres necesarios para ello. Plantó cara a la adversidad con una ilusión desbordante y una concepción artista de torero valiente. Toreó maravillosamente a la verónica a su primero y se entregó con tanta verdad y tan cerca en el sexto -astifino por más señas-, que el toro lo lanzó por los aires y lo buscó con saña en la arena, aunque, milagrosamente, el diestro no resultó herido.

Tres valientes, tres toreros, abandonaron por su pie la Maestranza entre la ovación y el respeto de la afición sevillana.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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