La huelga general de Argentina abre una dura batalla dentro del peronismo
"La mayor demostración de protesta", a juicio de los observadores, contra la política económica y social del Gobierno del peronista Carlos Menem no parece ser suficiente advertencia, a pesar de que unas 80.000 personas se concentrasen el jueves con pancartas y consignas cargadas de bronca en la plaza de Mayo y del aspecto desolador de las principales ciudades del país, el viernes, con los colegios, las fábricas y los comercios cerrados. La protesta sí ha servido para abrir una dura batalla en el seno del peronismo.
Para el presidente Carlos Menem, el acto central de la protesta no reunió más de 40.000 personas. Considera que sólo una minoría dejó de trabajar y que los demás aprovecharon para hacer turismo. A su juicio, la huelga de 36 horas declarada por la Confederación General del Trabajo (CGT) ha resultado un "fracaso".El conflicto social queda ahora latente y su evolución dependerá de la decisiva batalla que se viene librando dentro del Partido Justicialista (peronista) en el Gobierno.
El próximo 17 de octubre, cuando el peronismo celebre, como cada año, la movilización de trabajadores, que en 1945 llenó la plaza de Mayo para exigir la libertad del entonces coronel Juan Perón -manifestación que se convirtió luego en el acto mítico de su fundación-, se podrá apreciar hasta qué punto llega la fractura entre el Gobierno peronista y la CGT, la central obrera conducida por dirigentes sindicales peronistas. En la superficie, los sindicatos, con el apoyo de todos los partidos de la oposición, se rebelan contra las consecuencias de un plan económico que sostuvieron durante seis anos a pesar de que dejaba miles de parados en el camino, hasta alcanzar el récord histórico del 20% de la población.Cuando la CGT, después de romperse en tres grandes corrientes sindicales, intentó recomponer sus fuerzas, el Gobierno contestó a cada reclamación con nuevas medidas que ignoraban olímpicamente las protestas. Menem, reelegido en 1995 para un nuevo mandato presidencial, siempre advirtió a los dirigentes gremiales que "ni una ni mil huelgas" le harían cambiar el rumbo económico.Un año más tarde la relación de fuerzas parece haber cambiado. El Gobierno trata ahora de imponer una reforma de las leyes laborales y de los fondos sociales de los sindicatos, que administran unos 2.000 millones de dólares al año. De aprobarse, las nuevas leyes desmontarían la organización gremial que nació y se consolidó con el peronismo hasta convertirse en su "columna vertebral". El secretario general de la CGT, Rodolfo Daer, recordó en su discurso del pasado jueves consignas peronistas históricas como "Patria sí, colonia no" y acusó, sin nombrarlos, "a los traidores que entregan el país". El acto de la plaza de Mayo se abrió con el himno nacional y la marcha peronista y se cerró con vivas a la patria y a Perón. Esa misma noche el presidente Carlos Menem decía: "Yo soy verdaderamente peronista. Pero si ellos vuelven al pasado, yo no"
Las partes han abierto una tregua hasta el miércoles. Para ese día está prevista, a petición de los principales partidos de la oposición, una sesión especial del Congreso para discutir los proyectos de leyes laborales. Los dirigentes peronistas de la CGT, aliados ahora en la resistencia junto a la Unión Cívica Radical y el Frepaso (Frente por un País Solidario), integrado por socialistas, demócratas cristianos y ex peronistas, sólo aceptarían reanudar el diálogo con el Gobierno si la entrevista es directamente con el jefe del Estado, al que, entre otras cosas, van a plantear la renuncia del ministro de Trabajo. Por su parte, el presidente Menem cree que todo debe discutirse en el Parlamento, donde el Gobierno tendrá que convencer primero a los propios legisladores del peronismo, divididos ya en varios bloques, antes de enfrentarse a los diputados de la oposición.
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