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Los muros y pinturas murales de Medina Azahara se caen por falta de presupuesto

Los vestigios de Medina Azahara, la esplendorosa ciudad califal alzada por Abderramán III en el siglo X para deslumbrar al mundo, se encuentran "al límite" de su deterioro, según ha reconocido el director del conjunto arqueológico, Antonio Vallejo. Un presupuesto exiguo, 120 millones al año, para conservar un yacimiento de 10 hectáreas ha desencadenado "un auténtico desastre", dice Vallejo: muros caídos, pinturas murales desvanecidas, robos esporádicos y la presión de cinco parcelaciones ¡legales acechan el tesoro escaso, pero valiosísimo, que queda de su esplendor efimero.El conjunto arqueológico de Medina Azahara (120 hectáreas sobre la ladera meridional de la serranía de Córdoba, y el yacimiento abierto más grande de España) está gestionado por la consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y sólo dispone de 120 millones al año (pago del personal aparte) para conservación y mantenimiento; no tiene restaurador; posee un taller de trabajo "claramente insuficiente e inadecuado"; no tiene naves para el almacenamiento de las piezas, que quedan expuestas a la erosión ambiental, y sólo mantiene seis vigilantes. Vallejo denuncia "robos esporádicos porque es imposible garantizar la seguridad de un material arqueológico que está tirado a lo largo de 10 hectáreas".

Se han perdido las pinturas murales que revestían los parámentos, de las que sólo quedarán un 5% o un 10% de las paredes salvadas de la implacable

agonía de Medina Azahara, hermosamente tintadas de almagra en los zócalos y blanco en el resto. Incluso, entre 1980 y 198 1, la mayor zona de pinturas decoradas con motivos vegetales se envió al Instituto de Conservación y Restauración del Ministerio de Cultura en Madrid, para sanearlas. Según Vallejo, no es que el ministerio no haya devuelto ese patrimonio único a Medina Azahara: "Es que todavía siguen las pinturas en las cajas".

Los procesos de descalcificación están descomponiendo los muros de una ciudad en la que el arabista Emilio García Gómez, en un discurso melancólico pronunciando entre sus ruinas en 1992, ante los Reyes, entrevió los restos de "un enjardinado paraíso coránico".

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