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FERIA DE SALAMANCA

¡A mí la Legión!

"Soy valiente y leal legionario..." iba cantando un ciudadano a la altura del monumento al toro de lidia, a la salida de la plaza. Iba bien atizado a tinto, pero conservaba el oído y entonaba el himno con la bizarría propia del caso. Aseguraba, con admirable fidelidad a la letra, que "nadie en el tercio sabía quién era aquel legionario" y, a todo esto, desparramaba la vista como pidiendo el acompañamiento del coro. Pero la gente no estaba para coros, ni para hacer dúos; más bien para sopitas, buen vino, un partido de fútbol por la tele y a la cama temprano, que mañana es día de escuela.Ya no se sabe ni qué decir de los toros, bondadosos en el mejor de los casos, como el sexto por ejemplo. Pero es que, claro, la bondad, lo que se dice la bondad, no es que sea cualidad propiamente taurina, sino más bien perruna, y de algunas razas, que no todas. Y de los toreros, pues otro tanto. Salga el toro como salga, ellos a lo suyo; el derechazo, el natural y ahora una cosa que se está poniendo de moda, que consiste en irse del toro "pegándole" pases al aire, y cambiar la muleta de mano en arabescos interminables, para acabar como acababa Ordóñez (fuera gorros), con la muleta plegada en la cadera. Sólo que el rondeño acababa así pero sin tanto circunloquio; a base de garbo natural y torería inconmensurables, perfiles absolutamente inimitables, claro.

Galache / Cordobés, Sánchez, Puerto

Toros de Francisco Galache (uno,devuelto), bien presentados, blandos y mansos. 4º, segundo sobrero, en sustitución de otro de Galache, de Marcos Núñez, con geniecillo.El Cordobés: saludos y saludos. Andrés Sánchez: silencio; saludos y división. Víctor Puerto: saludos y silencio. Plaza La Glorieta, 15 de septiembre. 4ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Manuel Díaz, nuevo en esta plaza, no me parece ni la sombra de Benítez. Con su primero anduvo pegando desconfiados respingos ante un toro que sabía dónde estaba el torero y en el cuarto, que era poco más que una ratita, trabajó diestramente el pico en una faena tan inexpresiva como enganchada en ocasiones.

A Andrés Sánchez le desinfló su primer toro, que se quedaba debajo de la muleta y le tiró un viaje a la hombrera como para sacarle un ojo. Su intención fue abreviar, pero las circunstancias le obligaron a seguir, si bien no por mucho tiempo. En el quinto, con aparente indolencia, sacó limpísimos muletazos, en ocasiones impregnados por la lentitud y desgana con que acudía el toro. Acabó metiéndose entre los pitones, exponiendo una barbaridad y sacando al toro de sus piernas con suavidad y reposo. La espada, nuevamente, estropeó el pasodoble.

Víctor Puerto, debutante en Salamanca, muy despegado en su primero, no le sacó todo cuanto podía haber tenido el bondadoso sexto, toreando con facilidad pero sin vibración. Claro que el toro no la tenía y entonces, un toreo vibrante hubiera sido milagroso.

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