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La más completa exposición de Tiépolo celebra el 300º aniversario del maestro veneciano

El palacio Ca'Rezzonico alberga un centenar de obras cedidas por grandes museos

La muestra que conmemora el 300º aniversario del nacimiento de Giambattista Tiépolo, "quizá el último gran maestro de la pintura católica en Europa", como lo ha definido Keith Christiansen, del Metropolitan Museum de Nueva York, se inauguró el pasado jueves en Ca'Rezzonico, en Venecia, y estará abierta hasta el 8 de diciembre. Del 24 de enero al 27 de abril del próximo año, la exposición, que comprende más de un centenar de obras del artista veneciano, será exhibida en el Metropolitan neoyorquino, que ha colaborado en su organización.

El esplendoroso palacio de Ca'Rezzonico sobre el Gran Canal, máxima muestra del barroco veneciano, obra del arquitecto Baldassarre Langhena, ha sido restaurado para la ocasión y está afrescado por Tiépolo. Los fondos que componen la muestra son pinturas provenientes de los más importantes museos del mundo, así como de fundaciones y colecciones privadas europeas, rusas y americanas, y están considerados por los expertos como la exposición más completa y de mayor importancia hecha hasta el momento sobre el artista. La muestra permite documentar la entera trayectoria del pintor, desde sus primeras obras -como el Memento mori (la edad de la muerte), un pequeño camafeo en cobre hecho hacia 1715-1716, y reconocido entre sus primeras producciones- hasta su muerte en Madrid en 1770.

Vida y trabajo

La rica biografía de Giambbatista Tiépolo es inseparable de su trabajo. Su capacidad de reflejar la vida alegre de la Venecia barroca, su carácter vividor, inseguro, irascible y mujeriego, hicieron que con frecuencia fuera considerado como demasiado superficial por sus contemporáneos, pero también que se lo disputara la nobleza de media Europa.Nacido en una familia numerosa y sin grandes posibles, por la temprana desaparición del padre, Doménico, un pequeño armador y empresario que se ganaba la vida con el comercio marítimo; huérfano desde que tenía un año, Giambattista Tiépolo empieza a trabajar, poco antes de cumplir los 14 años, en el taller de Gregorio Lazzarini, de renombre en su época, y que le permitirá, tras siete años de aprendizaje entrar, en 1717, en la corporación de pintores de la Serenisima. De poco antes arranca la exposición del palacio de Ca'Rezzonico, con muestras de su época juvenil (1715-1729), influenciada por el mundo de los tenebrosos Bencovich y Piazzetta y deudora también de la tradición del Veronese y de Tintoretto en el siglo XVI, señalado como la edad de oro de la pintura veneciana.

Sus primeros frescos -La Asunción, en la iglesia parroquial de Biadene, o los del salón principal de la villa de Giovanni Battista Baglioni, quien se los encarga en 1718- serán el espaldarazo de Tiépolo, que un año más tarde se casa con Cecilia Guardi, de la que nacerán sus hijos Giandomenico y Lorenzo. Este último será protagonista, el próximo año, de una exposición que se organizará en colaboración con el Museo del Prado.

Tiépolo empieza a hacerse rico, gasta a manos llenas, es reclamado con frecuencia en el extranjero, donde se rodea de numerosas amantes, se traslada con su criado negro, Alim, y siempre tiene alrededor animales exóticos y vestidos lujosos. Hasta que inicia la última etapa de su vida cuando, en septiembre de 1761, Carlos III lo llama a Madrid. Tiene casi 70 años y una gota galopante, pero sigue trabajando al lado de sus dos hijos y afresca, por ejemplo, el salón del trono del Palacio Real. Madrid conocerá su gloria y su declive, fomentado éste por las maledicencias de un artista germánico frío y ambicioso, Anton Raphael Mengs.

En la exposición veneciana, además de las obras de su juventud, están las dedicadas a la historia y la mitología; las pinturas religiosas que cubren todo el arco temporal de su producción -entre ellas La Inmaculada del Museo del Prado que Carlos III le encargó para la iglesia de San Pascual Baylón, de Aranjuez, o la Impresión de las llagas de San Francisco, también del Prado y para la misma iglesia-; los retratos, de producción limitada -entre otros, el de su hijo Lorenzo- y una última parte dedicada al acto creativo, la particular técnica con que Tiépolo preparaba su trabajo, bocetos sobre tela, a menudo desconocidos, que modificaba luego al ejecutar la obra.

Importante el capítulo de la muestra dedicado a los encargos hechos al pintor, espectaculares decoraciones profanas de palacios y villas privadas y telas hechas para nobles venecianos y europeos deseosos de resaltar las glorias familiares y que hoy se guardan en pinacotecas de Chicago, Nueva York, Copenhague o Madrid.

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