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ELECCIONES EN BOSNIA-HERZEGOVINA

El nacionalismo revanchista acude a las urnas

Nulas garantías de que las elecciones democráticas del sábado reconstruyan un Estado multiétnico

ENVIADO ESPECIAL EI candidato Alia Izetbegovic decía esta semana a sus seguidores musulmanes en Grebak, al sur de Sarajevo, que se encargaría de abolir la República de los serbios de Bosnia si éstos no permitían el regreso a sus casas de los musulmanes a los que expulsaron en su cruzada purificadora. Le aplaudían cientos de soldados de la VII brigada, exhibiendo inscripciones coránicas, y el embajador iraní. No lejos, y con dos días de diferencia, un aspirante serbobosnio a diputado, el jefe paramilitar Slavko Alecsic, prometía a sus enfervorizados seguidores, pistola al cinto y cananas al pecho, que si le elegían para el Parlamento de Bosnia-Herzegovina se aplicaría inmediatamente a su destrucción.

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Con excepciones irrelevantes, ninguno de los bandos que compiten en las elecciones bosnias del sábado ha hecho nada para apaciguar los temores sobre la perpetuación en el país balcánico, esta vez por la vía de las urnas, del nacionalismo sino más revanchista y oscuro. Contra casi todo pronóstico, nueve meses después de que se firmara solemnemente la paz en París, Bosnia afronta sus primeras elecciones generales después de la guerra europe más sangrienta en el último medio siglo.

Diseñados para reconstruir lo que fuera un Estado multiétnico, la gran mayoría de los observadores del proceso bosnio temen que los comicios sirvan, como sucedió en Mostar hace poco más de dos meses, para solidificar y legitimar la partición de hecho del país. Que de hecho consta ya de tres regiones étnicamente homogéneas, en cada una de las cuales reinan los ultramontanos que llevaron a Bosnia a la guerra en 1992.

El Partido Democrático Serbio (SDS), de Radovan Karadzic, tras expulsar o asesinar a los no serbios de su territorio, busca convertir en frontera la línea administrativa que le separa de los musulmanes y croatas. Además, proclaman abiertamente que su objetivo, tras obtener el reconocimiento internacional, es erigirse en un Estado separado y unirse a Belgrado. Los radicales. croatas del HDZ, obedientes al presidente Franjo Tudjman, se identifican mucho más con la vecina Croacia que con Bosnia-Herzegovina. Y pese a la catarata de promesas en sentido contrario siguen manteniendo las estructuras de un pseudoestado gangsteril, Herceg-Bosna, con capital en Mostar occidental. El SDA musulmán, según todos los testimonios, hace mucho que abdicó de la tolerancia que proclama. Sus dirigentes esperan dominar Bosnia controlando el mayor grupo étnico de los tres que integran el país.

A pesar de no haberse cumplido una sola de las precondiciones impuestas por EE UU en Dayton a los contendientes, Washington ha decidido ir adelante con unos comicios convocados en función de la agenda electoral del presidente Bill Clinton y sus promesas de retirar de Bosnia a sus soldados antes de que acabe el año. El responsable de su organización, el diplomático estaounidense Robert Frowick, anunciaba ya esta semana que las elecciones al "estilo balcánico".

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Las organizaciones independientes son menos piadosas. El Grupo Internacional de Crisis las ha calificado desde Sarajevo de "simple fraude". El londinense Institute for War & Peace Reportíng asegura que "pocos observadores o participantes defenderían que se den incluso las mínimas condiciones en los medios de comunicación, los derechos humanos o el ámbito político...". Frowick, cuyo adjunto William Stuebner dimitió escandalizado al decidirse la luz verde a las elecciones, ha tenido incluso que atajar un conato de rebelión entre algunos de los funcionarios internacionales que vigilan el proceso, estupefactos con sus irregularidades y la falta de respuesta de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

No existe la libertad de prensa prometida ni las cadenas de radio o televisión anunciadas a comienzos de año por Frowick y Carl Bildt, el encargado de los aspectos civiles de la pacificación, que iban a llevar a los ciudadanos de Bosnia una voz neutral, alejada de la infección ultranacionalista. Los refugiados no han podido regresar a sus casas. Tras casi cuatro años de exterminio, nadie se arriesga a volver a una zona donde una tribu rival es mayoritaria. Las carnicerías étnicas han creado entre los bosnios una inseguridad insuperable. La pregonada libertad de movimientos que garantizarían más de 50.000 soldados bajo el paraguas de la OTAN, los mismos que velarán por la seguridad de la jornada electoral, es una entelequia.

Fuentes diplomáticas y de organizaciones humanitarias en Zagreb coinciden en señalar que la OSCE no se ha atrevido a usar sus amplios poderes para atajar las violaciones de las reglas del juego. "Simplemente", explican, "teme que la respuesta sea el sabotaje electoral".

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