_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Carne picada

Juan José Millás

Elgobierno castizo de Álvarez del Manzano ha cedido a una multinacional norteamericana la gestión del cobro de las multas de tráfico impuestas en Madrid. Bien hecho: en un proceso de mundialización económica no puedes conformarte con pagar la Coca-Cola, el Kleenex o el Marlboro. Hay que ir más allá, y lo único que quedaba más allá del auténtico sabor americano era el cobro de las multas, que tenía hasta ahora un acento demasiado local. En el impago de las sanciones se había refugiado el pícaro contribuyente madrileño para devolver a la Administración el "vuelva usted mañana": una sutil venganza, por medio de la cual el ciudadano utilizaba toda la fuerza burocrática del contrario en su propio favor, como en el kárate, o quizá en el yudo, no nos acordamos.El caso es que la administración municipal, incapaz de resolver las trabas Creadas por ella misma para el desempeño de sus propias funciones, ha privatizado el cobro de las multas de tráfico poniendo a disposición de una empresa norteamericana, además de 1.200 metros cuadrados en el Cuartel del Conde Duque, el archivo informático donde aparece, en ropas menores, su intimidad de usted y la mía (la información no especifica quién pagará la cama). De manera que si mañana, al tomarse una hamburguesa en un restaurante basura de la Gran Vía, percibe usted, junto al aroma fecal de costumbre, un olor como de zonas privadas, es porque ha habido una fuga de datos, vaya por Dios, que han ido a parar al picadillo de tejido graso y material cartilaginoso característico de la comida rápida controlada por las multinacionales norteamericanas.

Esto es lo que más miedo le da a la oposición: el aprovechamiento de los datos confidenciales para cosas que no son. Pero se trata de un temor antiguo. Hoy la confidencialidad no sirve más que para carne picada. Vean qué hacemos nosotros mismos, sin ayuda de multinacionales, con las fotos del marido de Estefanía besándole el culo a un guardaespaldas, o quizá a una prostituta; y con las de Lady Di saliendo de cobrar el impuesto revolucionario del divorcio; o con las instantáneas del pobre Alvaro de Marichalar predicando la buena nueva gilipollas a bordo de un caballo náutico: carne picada. La realidad es una hamburguesa grande, y la realidad municipal, un desprendimiento de esa masa de carne con unas dioxinas de Valdemingómez. Dejen a un lado sus prejuicios, pues, y súbanse al tren del auténtico sabor americano, ahora en su versión recaudadora.

Resumiendo, que a partir de mañana se presentarán en su casa de usted unos señores con aspecto mormón, sólo que debajo del brazo, en lugar de la Biblia, llevarán la multa. Se les proveerá, naturalmente, de una acreditación municipal para evitar falsificaciones, aunque, según Bujidos, concejal de Hacienda del PP, "el carné les identifica como notificadores del Ayuntamiento, pero no asumimos la responsabilidad por las irregularidades que puedan cometer si llegan a una casa y pegan, por ejemplo, un mamporro o se llevan algo. No son empleados nuestros".

Esta frase la hemos oído mucho en las películas de gánsteres, cuando el representante de la mafia entra en la lavandería del inmigrante amarillo para cobrar la protección y le dice: "Mira, chino, si no quieres pagar no pagues, pero sabemos dónde estudian tus hijos y a qué hora salen del colegío, así que a lo mejor tienen un accidente al atravesar la calle. No te digo que vayamos a hacerlo nosotros porque nuestra gente es incapaz de actuar de ese modo, pero ya sabes cómo está el patio. Además, nos han dicho que tienes en casa cosas muy bonitas que podrían romperse o desaparecer".

O sea, que si les dan un mamporro, o les roban algo, tienen ustedes que llamar, a una comisaría de Nueva York, porque aquí, pese a la acreditación, nadie sabe nada. Así que lo mejor es que paguen la multa ' al recaudador mormón: de ese modo, además de librarse del mamporro, evitan también que sus datos íntimos pasen al ordenador de una multinacional, que es la versión informatizada de la picadora de carne. Nada más desagradable que su confidencialidad sirva para dar gusto a una hamburguesa. Aun que sea de auténtico sabor americano. Vale.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_