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Estos

A éstos -una de las cosas que me gustan de mi país es que, en cualquier epoca, bajo cualquier régimen, basta con largar este pronombre para que todos sepamos, sin más explicaciones, que estamos hablando del Gobierno- les ha pasado lo que a unos amigos míos, que eran como hippies y que, a principios de los 70, intentaron montar una comuna, pero lo que les salió fue una pensión, y, además, con un desaseo espantoso. Pues bien, éstos se han creído que han diseñado un plan económico genial para reducir el déficit, cuando lo único que han hecho ha sido entronizar la Multa como sistema de recaudación inmediata. Es decir, que el pensamiento central, recientemente sancionado por lo eclesiástico en Santo Domingo de Silos, es de un simple que atormenta: el que la hace, la paga.Que quieres agua, la pagas. Que quieres autopista, la pagas. Que quieres que te miren el orzuelo en el ambulatorio, lo pagas. Que te abres la crisma y tienes que ir a urgencias, no se te ocurra olvidarte el monedero: porque lo pagas.

Lo que ocurre es que su carencia de imaginación intrínseca -pareja sólo a su desconfianza en este pueblo que no merece conocer secretos y que, seguro, quiere fastidiar lo de Maastricht - les obliga a limitarse a lo más vistoso: servicios públicos, sanidad, etcétera. Pero supongan que Rasputín Barea o Pigmalión Pujol se despiertan un día pasados de próstata, y les proponen a éstos que empiecen a cobrar al que dice tacos -pobre de mí-, por pintarse las uñas o por no hacerlo, o por mirar con mala intención. De hecho, podríamos llegar hasta a pagar por vivir, por respirar, por pensar. E incluso pagar un extra para que nos dejen pagar impuestos.

Así es, inadvertidamente, como un país se desliza del Estado del relativo bienestar al Estado de qué bien estaría si no estuvieran éstos.

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