La investígacion básica no es un lujo
El llamado Manifiesto de El Escorial sobre la ciencia en España merece el apoyo de los científicos españoles, ya que en él se expresan las inquietudes y el deseo de mejorar la investigación y la calidad de la enseñanza superior en nuestro país. Al mismo tiempo, el apoyo público al manifiesto por parte de algún representante del Ministerio de Educación y Cultura parece indicar que existe un respaldo político a estas viejas reivindicaciones. Sin embargo, en estas últimas declaraciones se ha puesto un excesivo énfasis, tergiversando, quizá, el espíritu del manifiesto, en la investigación aplicada.La orientación gubernamental hacia un uso excesivo de la investigación aplicada puede deberse a la falta de comprensión política de la necesidad de la investigación básica para el avance del país o también a la necesidad de realizar recortes presupuestarios. En todos los países con un fuerte desarrollo se acepta que la investigación básica no es un lujo, sino una inversión que deben permitirse y afrontar de manera realista, ya que será la única forma de proporcionar una cierta independencia y poder frente a otros países. Es preocupante el especial énfasis que se pone en que los científicos dediquemos nuestros esfuerzos a la investigación aplicada, como si fuese posible aplicar algo que o bien no existe en cantidad suficiente o no tiene aún suficiente entidad, o apoyo adecuado, o todo ello a la vez.
A finales de siglo se vuelve a caer en el error que Ramón y Cajal, Ortega y Gasset y otros ya denunciaran en el primer tercio de siglo, y que uno de ellos describía gráficamente como el espejismo que tiene el español de confundir los grandes edificios, se refería a Alemania, con el trabajo que realiza en su interior el hombre. De nuevo confundimos fachada con, conocimiento.
La ciencia está orientada a ampliar nuestro conocimiento, mientras que la aplicación de la ciencia se hace sobre el conocimiento establecido. Si lo que aplicamos es el conocimiento establecido en otros países, no tendremos jamás ciencia aplicada propia, ya que la ciencia básica encargada de generar nuevos conocimiento no está suficientemente asentada en nuestro país.
¿Será necesario recordar que la investigación básica en mecánica cuántica supuso la base para la nueva era industrial electrónica o que la investigación básica en la estructura química molecular está suponiendo la aparición de nuevas sustancias para la medicina? En ningún caso ocurrió que la casa se comenzase por el tejado, y así, aquellos países que más recursos dedican a la educación superior y a la investigación básica de calidad han sido y serán los mayores beneficiarios de la nueva revolución industrial. Pero no podemos decir ya, como a principios de este siglo, que la falta de una ciencia básica fuerte en España es debida a nuestra incapacidad para investigar y generar nuevo conocimiento. Nuestro cerebro es igual al de los alemanes o americanos; nuestra política científica, no. Afortunadamente, desde los años ochenta, la formación de nuevos científicos se ha ido incrementando, y su profesionalidad y calidad científica están demostradas. Existe, por tanto, un fermento muy adecuado sobre el que es necesario actuar para evitar, que el esfuerzo de tantos se quede vacío de contenido. Lo que este país necesita es un fuerte apoyo estatal a la investigación básica -es una cuestión de Estado, se afirma, muy certeramente, en el manifiesto -,de tal modo que los resultados de esa investigación básica, financiados con dinero del contribuyente, estén disponibles para que, reviertan a la sociedad, y que ésta pueda utilizarlos y aplicarlos en investigación y desarrollo. Solamente así podremos afrontar los retos del próximo siglo con algo más de libertad e independencia industrial.
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