_
_
_
_
FERIA DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

Cayó la noche negra

Iba tenaz, plúmbea y farragosa la interminable sesión de derechazos cuando cayó la noche.Negra noche en el simpático coso de San Sebastián de los Reyes, llamado "la tercera", si bien es la segunda porque la carabanchelera que hizo dos pasó a mejor vida y aún no ha renacido.

Es la segunda y parece la última en tardes-noches como la de esta novillada ferial, en la que tras los momentos dramáticos de la grave cogida del banderillero Juan Bautista, el único propósito del público era pedir orejas, el de la presidencia concederlas. Y así hubo cuatro, aunque si no llegan a dar ninguna tampoco habría pasado nada.

El toreo se produjo rara vez. Quiere decirse, el toreo de parar-templar-mandar. Pases hubo muchos; probablemente mil. Sin embargo pocos respondieron al canon aquel de parar, templar y mandar.

Sanz / Ortega, Uceda, Flores

Novillos de Sanz Colmenarejo, bien presentados, aunque tres últimos sospechosos de pitones; flojos, algunos con genio, manejables en general.Francisco Ortega: tres pinchazos, bajonazo, cuatro descabellos -aviso con tres minutos de retraso- y descabello (silencio); dos pinchazos y estocada; se le perdonaron dos avisos (oreja). Uceda Leal: pinchazo hondo trasero caído, estocada y descabello (vuelta); media, ruedas de peones, estocada trasera y dos descabellos; se le perdonó un aviso (oreja). Eduardo Flores: tres pinchazos y estocada corta en la que se hiere una mano (oreja); pinchazo y estocada trasera (oreja); salió a hombros. Enfermería: el peón Juan Antonio Bautista sufre cornada 12 centímetros en un muslo, dos trayectorias, que afectan a vasos de la safena, pronóstico grave. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Manolete. Plaza de San Sebastián de los Reyes, 29 de agosto. 5ª corrida de feria. Menos de media entrada.

No es que sorprendiera a nadie: si las figuras no paran-templan-mandan, tampoco es cuestión de ponerse exigentes con los novilleros en esta materia. Pero da pena. La afición aún confía en el milagro; en el advenimiento de un mesías que provenga del nutrido escalafón de noveles y les haga a los novillos el toreo verdadero, que se sustancia parando, templando y mandando.

Y lo cierto es que cualquiera de los tres del cartel reunían condiciones suficientes para hacerlo. Los tres derrocharon pundonor, valentía también. Y ya, puestos, podrían haber aplicado estas singulares virtudes en la ejecución del toreo según manda Dios y dicta la Tauromaquia. Mas no había manera. Deben ser los malos ejemplos. Se miran en las figuras y ven que el éxito, la fama, los cortijos, no van por ahí. Éxito, fama y cortijos vienen por el unipase, ejecutado fuera de cacho, sin cargar la suerte ni ligar los pases y resolviendo la vergonzante pérdida de terrenos con aflamencadas posturas, que equivalen a marcarse una de disimulo.

Y el caso es que en el transcurso de sus afanosas faenas los tres novilleros lograron tandas de buena ligazón. Francisco Ortega, que pechó con toros de casta -deslucido y con genio el primero- sacó una muy buena al cuarto, si bien propendía a explayar el toreo moderno. Parece estar más en la escuela de Ponce que en la de su torero tío Ortega Cano. En fin, allá cada cual.

Un estimable estilista es Uceda Leal según demostró cuajando algunas tandas de redondos largos y armoniosos, especialmente al segundo de la tarde. Eduardo Flores se mostró valentón y bullidor e igualmente consiguió momentos de acusada torería y eso que no era fácil domeñar la casta de sus novillos.

La voluntad de agradar era evidente. Las cuadrillas todas estaban en esta línea. Apareció en el tercer novillo Juan Bautista -un mocetón vestido de verde y azabache- y buena parte del público le jaleó: "¡Ánimo, Juanito! ¡Vamos a demostrarlo!" Y Juan Bautista, que es de la tierra, correspondió reuniendo un par de banderillas con todas las de la ley. O sea, que cuadró en la cara, se asomó al balcón, prendió arriba y en ese preciso instante el toro le alcanzó certero el muslo, pegándole una tremenda voltereta.

Para entonces aún estaba el sol en lo alto. Al doblar ese mismo novillo, en cambio, ya estaba en lo bajo. Cayó en él cuarto, la noche que, llegado el quinto, se hizo negra, y unos tenues focos permitieron ver el resto de los derechazos mil en la pura penumbra. Se eternizaban los toreros, la presidencia no mandaba avisos -sólo orejas- y estaba Flores sumido en el fragor derechacista con el sexto cuando alguien avisó de que se pasaba el arroz. Pero que si quieres arroz...

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_