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Reportaje:

¿Qué hacer con estos vestigios ?

Abanico de destinos para los restos arqueológicos en siete ciudades

Tras la destrucción de los vestigios del Jardín de la Reina y de la Casa del Tesoro, los últimos restos materiales de Velázquez que poseía Madrid, EL PAÍS ha buscado casos similares. La mayoría de los ejemplos están localizados en ciudades de mayor antigüedad que la capital. Algunos, no todos, han tenido un menor final.Las actuales obras de peatonalización del entorno de la catedral de León, promovidas por el Ayuntamiento que preside Mario Amilivia, del PP, han sacado a la luz varios hallazgos arqueológicos. Destacan un pavimento romano previsiblemente del siglo I, una escalera del XVII y uno de los vanos de Puerta Obispo, del siglo XIII, construcción que unía el obispado con la seo gótica. Todos estos restos serán conservados ya que, a juicio de los técnicos del Ayuntamiento, no obstaculizan los trabajos y el proyecto inicial de peatonalización puede ser modificado. Las asociaciones políticas del consistorio, así como los responsables de Patrimonio de la Junta de Castilla y León (PP), coinciden en respetar también los hallazgos que surjan en un futuro como un atractivo más para ciudadanos y visitantes. Además los concejales socialistas han pedido la creación de un taller arqueológico para la clasificación de los restos y un museo arqueológico municipal.

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Ejemplo "sobresaliente"

En 1990, Antonio Bellido, el entonces párroco de la iglesia de Santa Eulalia de Mérida (Cáceres), se metió en reformas. El primer requisito fue efectuar unas catas ya que los yacimientos de Mérida están declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Al mes de iniciados los trabajos aparecieron los primeros restos. Al cabo del tiempo, la iglesia dedicada a la patrona de la ciudad mostró una riqueza de valor incalculable como cruce de culturas: una casa romana del siglo I, una necrópolis del IV, una basílica visigoda del siglo V y el templo actual, iniciado en el XII. Incluso en plenas excavaciones se permitió que el público, desde una pasarela que unía dos puertas, contemplara los hallazgos. La iglesia de Santa Eulalia se abrió al culto compaginando las funciones religiosas con su condición de museo y centro de interpretación localizado en su subsuelo, y es hoy uno de los enclaves más visitados de Mérida. Como el Museo de Arte Romano, cuyos pilares chapados de ladrillo se levantan sobre unas ruinas que quedan en el nivel más bajo. Los restos así protegidos forman parte del recorrido de visita del edificio, obra de Rafael Moneo.En Córdoba los restos arqueológicos se han convertido en un problema de primera magnitud, que condiciona todas las actuaciones urbanísticas. Cualquier obra de edificación está controlada por arqueólogos de la Administración, que valoran si los restos pueden ser destruidos o no. El Ayuntamiento ha tenido que renunciar en dos ocasiones a construir estacionamientos subterráneos por el hallazgo de vestigios romanos, visigodos y árabes. La única obra importante que no ha sido frenada por el pasado fue la que llevó el tren de alta velocidad a Sevilla en 1992. La construcción del haz de vías de la nueva línea ferroviaria arrasó el 60% de un palacio construido entre los años 296 y 298 por el césar Maximiano Hercúleo, un edificio con funciones político-administrativas y que, según Rafael Hidalgo, arqueólogo director de la excavación, era "único por su diseño y magnitudes" en todo el Imperio.

El clamor de investigadores y expertos forzó un compromiso de las instituciones para poner en valor los restos que no habían sido destruidos. Pero este compromiso choca con las limitaciones presupuestarias de la Administración, y hoy el yacimiento es escenario del trabajo de campo de arqueólogos aunque pasarán años antes de que sea visitable: su aspecto es el de un descampado.

Toda la ciudad de Tarragona está declarada zona de interés arqueológico. Para realizar cualquier obra es obligatorio hacer una excavación previa, bajo la supervisión del Servicio de Arqueología de la Generalitat, que tiene las competencias sobre la conservación del patrimonio. Cualquier hallazgo obliga a un minucioso estudio que documenta los restos.Los informes elaborados por los arqueólogos pasan a la comisión territorial de Patrimonio de la provincia de Tarragona, un organismo del Departamento de Cultura, que decide si los restos deben ser conservados íntegramente en su sitio, si pueden ser trasladados si siendo de poco valor histórico documental se pueden destruir. El año pasado la comisión autorizó a trasladar los cimientos de una basílica paleocristiana y una villa romana. Después de una agria polémica con el Ayuntamiento, los restos se han desmontado piedra a piedra y se intentarán reconstruir en el aparcamiento subterráneo. de un centro comercial promocionado por Eroski, unos tres metros por debajo de su posición original.Actualmente se está construyendo un aparcamiento en la plaza del Ayuntamiento. Las excavaciones dieron con los restos de una fábrica de cerámica anterior al siglo I, pero la comisión consideró que los restos hallados no tenían entidad suficiente para ser conservados, por lo que se autorizó su destrucción después de extraer toda la información pertinente.

La construcción de inmuebles en el casco viejo de Zaragoza o cualquier trabajo de excavación que se realice debe ser supervisado de forma obligatoria por técnicos municipales expertos en arqueología. Si se aprecia la existencia de algún resto, es la Comisión Provincial de Patrimonio quien inicia la catalogación y análisis de las muestras. Sólo tras el preceptivo informe puede iniciarse la construcción de los inmuebles. La zona de protección arqueológica se extiende por todo el terreno que ocupaba la Zaragoza romana.

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Las obras de remodelación de las plazas del Pilar y La Seo sacaron a la luz, a comienzos de los años noventa, junto a la puerta principal de la Catedral, amplios restos del sistema de desagües de la época romana y del mercado de abastos. Los técnicos municipales optaron por convertir los restos en un museo subterráneo, cubriendo la plaza como se había previsto inicialmente. Pese a la obra, la imprevisión ha provocado que el museo apenas haya podido utilizarse, dado que el río Ebro, que pasa a apenas cincuenta metros, lo inunda con asiduidad. En el año 1986 aparecieron, al realizar las obras de construcción del colector de la red de alcantarillado, los restos del Palacio Real de Valencia, cuya historia iba del siglo XIII hasta el año 1811. El emplazamiento, junto a los emblemáticos jardines de Viveros, la alta densidad del tráfico que usaba la calle en que aparecieron y un informe de arqueólogos y arquitectos aconsejando no trasladar los restos, motivaron la decisión final: se cubrieron otra vez las ruinas, desviando el colector para que no les afectase.

Esta información ha sido elaborada por Jeremías Clemente, Carlos G. Page, Enric González, Manuel Gracia, Marifé Moreno, José Luis Rodríguez e Ignasi Soler.

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