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'REVUELTA DEL PAN' EN JORDANIA

Karak, ciudad cerrada

ENVIADO ESPECIAL"Nadie entra, nadie sale". Los soldados que bloquean todo acceso a la ciudad medieval de Karak cumplen las órdenes del Gobierno jordano al pie de la letra. Los únicos vehículos visibles en el sinuoso trayecto montañoso son jeeps y camiones del Ejército. Llevan refuerzos y pertrechos a las tropas que han tomado las calles de Karak, Tafilé y Maan, los tres centros de la revuelta del pan, que el rey Hussein insiste en no atribuir al tremendo descontento que agita el país. La razón inmediata de la protesta es la más que duplicación del precio de esta materia básica de consumo. Para el monarca hachemí, sin embargo, los disturbios se deben a una "mano extranjera", que se identifica como Irak.

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InsuItos al rey

Tropas y policías mantenían ayer el control de las calles de Karak tras dos días de disturbios en los que, según algunas fuentes, se registraron más de 10 heridos. La imposición del toque de queda y la total militarización de la ciudad, situada a un centenar de kilómetros de la capital, Ammán, impedían verificar los escuetos informes que se filtran a través de llamadas telefónicas.

Son datos a menudo contradictorios, pero de ellos se puede deducir que, no obstante el impresionante despliegue policial, los manifestantes continúan desafiando a las fuerzas de seguridad a pedrada limpia.

Silencio palestino

La oposición jordana pide al Gobierno que dimita

Algo que ha contribuido a mantener el conflicto bajo el control del Gobierno es el hecho de que la poderosa oposición islamista ha optado por mantenerse al margen de las manifestaciones, aparentemente para preservar la existencia de sus organizaciones. Otro he cho que favorece al Gobierno es que los palestinos, que conforman más del 60% de la población de Jordania, de 4,2 millones, también han elegido mantenerse en silencio. "No es porque exista satisfacción entre los palestinos con la política del Gobierno, sino que ningún palestino se atreve a levantar la cabeza y criticar al régimen por miedo a una repetición de los hechos de 1970", dijo un escritor, refiriéndose a la sangrienta e implacable campaña con la que el rey Hussein erradicó la influencia de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ese año.La presión contra el Gobierno de Al Kabariti es, por tanto, esencialmente interna y, muy a pesar del rey, refleja el extendido descontento incluso entre los sectores tradicionalmente más leales a la corona, como las tribus beduinas y las comunidades jordanas del sur. Interpretando ese descontento, ayer, 11 partidos políticos de la oposición exigieron la renuncia de Al Kabariti y, en un gesto más bien simbólico, anunciaron que no tolerarán la aplicación de las tácticas draconianas que el soberano ha prometido mantener en su empeño por eliminar las protestas. "El Gobierno es responsable de lo que está ocurriendo y exigimos su renuncia porque sus decisiones están perjudicando al pueblo", señala una declaración conjunta de los partidos emitida en una conferencia de prensa.

En medios diplomáticos anoche se apostaba sobre que la revuelta del pan será sofocada con una combinación de fuerza y promesas de futura flexibilidad en la aplicación de las reformas económicas exigidas por el FMI para la entrega de nuevos préstamos. No está claro, sin embargo, si semejante receta va a ser suficiente para aplacar el clima de descontento popular con la política general del Gobierno y lo que sus críticos describen como "su ansiedad por hacer la paz con Israel sin recibir un centavo a cambio".

Los planes para inyectar fondos a la alicaída economía jordana, especialmente en un momento tan crítico como el actual, incluyen gestiones de Ammán para recaudar fondos entre los Estados millonarios del golfo Pérsico. El rey Hussein consiguió este mes reconciliarse con Arabia Saudí, y la mayor parte de los emiratos del Golfo y analistas políticos no descartan la posibilidad de que recurra a ellos en pos de fondos para amortiguar el impacto de las reformas en el reino. Este acercamiento lo facilita la enemistad actual del monarca jordano con el régimen de Sadam Husein, al que ahora acusa de estar detrás de los actuales disturbios.

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