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Picadores en peligro

Jandilla Litri, Ubrique, RiveraToros de Jandilla, impresentables, carentes de fuerza y trapío. Litri: pinchazo, estocada trasera y tendida, descabello (saludos); -aviso- pinchazo, estocada, fuerte petición y saludos).

Jesulín de Ubrique: bajonazo infame (fuerte petición de oreja y vuelta); dos pinchazos, estocada honda (silencio).

Rivera Ordóñez: gran estocada (ovación); estocada honda perpendicular, tres descabellos -aviso- (ovación).

Plaza de La Malagueta, 17 de agosto. Séptima de feria. Entrada próxima al lleno.

Por fin se aprobó en el reconocimiento una corrida entera del mismo hierro. Debiera decir del mismo yerro, porque fue una equivocación. La factoría Jandilla envió una corridita impresentable, sin trapío, ni fuerzas ni hechuras. Por decencia, no se puede hablar de la casta. Medio se salvaron los dos últimos del encierro.

Ojo a los picadores: han venido a Málaga casi de vacaciones, ya que los toros vienen picados, pero tengan cuidado que la productividad comunitaria les puede enviar al paro. Son superfluos.

Litri es un torero respetable: tiene afición, valor certificado por cicatrices y unos evidentes deseos de agradar. Lo que ocurre es que su tauromaquia se edifica en el vacío del que no tiene nada que decir y lo dice. No hay manera, y bien que lo siento. Hasta cinco molinetes de rodillas instrumentó al primero, siendo muy ovacionado en los desarmes.

En el cuarto volvió a intentarlo y recibió muchos aplausos al agarrarse a los cuartos traseros, así como a los desplantes.

A Jesulín se le ha aparecido en sueños Paco Ojeda y el de Ubrique se ha transfigurado, cargando con todos los defectos de la imitación. Quiere mutar en fino estilista, para lo que se escondía detrás del palitro que de la muleta que usaba de parapeto. De su primera faena ojerizada hay que destacar su sentido del temple y el infame bajonazo que le puso fin, entrando al salto, como su gurú.

Volteretas y caídas

El quinto se fue inutilizando progresivamente, después de varias volteretas y caídas. Jesulín insistió mucho y se pasó 11 minutos entre cites y caídas. Afortunadamente, todo se acaba.

Rivera Ordóñez recibió al tercero con una larga carribiada, dándole salida por los terrenos de afuera y sufrió un apretón que resultó premonitorio. La mansedumbre se manifestó en el último tercio, unida a la falta de fuerza y fue imposible que el toro llegara a pasar una sola vez. Sólo quedaba matarlo y la estocada fue irreprochable. El último toro, de embestida incierta, no llegó a humillar y punteaba el engaño. Bastante vergüenza le echó el joven torero al aguantar las tarascadas que tiraba.

El presidente aguantó dos sonoras broncas por negar sendas orejas a Jesulín y Litri. Como aficionado, no podía hacer otra cosa.

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