Salvador Távora estrena una Carmen "que responde a la verdad de la leyenda"
La ópera, con cornetas y tambores, retrata a una "mujer, pobre, obrera y gitana"
"Creo que la ópera surgió cuando escuché a la banda de cometas y tambores interpretar algo y empecé a pensar en las cigarreras y a acordarme de todo que me contaba mi abuela". De eso hace unos tres años. Salvador Távora tenía en la cabeza hacía mucho tiempo llevar al escenario una Carmen propia que no fuera la de la ópera ni la de Merimeé. El día 13 de septiembre el teatro La Maestranza de Sevilla abrirá su puertas al grupo de teatro, La Cuadra, para que Salvador Távora intente ser profeta en su tierra. Será con la ópera Andaluza de Cornetas y Tambores.
La ambición del director andaluz ha sido "acercar la ópera al pueblo" y ahora cree estar a punto de alcanzarla, con una obra, Carmen, que nació andaluza y que ha tenido muchas versiones que, según Távora, no responden a la realidad de la leyenda. "Yo creo que Carmen la cigarrera, trianera, es una mujer que está mucho más cerca del clima laboral de aquel tiempo, que de la mujer frívola de los bandoleros y pensé que esto había que ponerlo en su sitio y teníamos que hacerlo nosotros, los que vivimos de cerca el entorno donde se desarrolló esa historia".Su pretensión es colocar a la mujer andaluza "en ese lugar que le corresponde en la lucha por las reivindicaciones de sus derechos en el siglo pasado".
Para revisar la ficción de una "mujer, pobre, obrera y gitana", Távora ha leído y se ha documentado, dice, hasta no saber si vive en este siglo o en los principios del pasado. De esa obsesión por devolver la dignidad a la gitana que trabajaba en la fábrica de tabaco de Sevilla y con ella la de todos sus paisanos, ha creado la ópera Andaluza de Cornetas y Tambores, que recrea la vida de Carmen con los elementos populares característicos de todas sus creaciones, el cante, el baile, un escenario en penumbras y una sonora banda popular andaluza, la del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, que no deja de sonar en toda la obra y que da la réplica de vez en vez a un trío de guitarras. Un espectáculo en que se funden el flamenco y el teatro, "para conseguir el verdadero lenguaje andaluz" sin ninguna concesión a la expresión verbal. Huir del encasillamiento, hacer una Carmen nueva, andaluza y real. Ése es el objetivo declarado por el director, que no consigue, sin embargo, sustraerse de lo ya creado e introduce en su obra fragmentos de la de Bizet.
Es en esos momentos cuando callan las cometas y los tambores de la banda popular sevillana, que dan a la obra regustos marciales y de Semana Santa. "Lo de las cornetas y tambores es porque me entusiasma. Hay cometas que tienen la sensibilidad de un violín, algo que no puede recoger, como los cantes jondos, ni el pentagrama. Yo tenía ganas de trabajar con esa música. Hemos compuesto una serie de intervenciones musicales que yo no cambiaba por una sinfónica.
"Convencido de que el teatro debe tener ideología y comprometido con unos valores sociales, Távora añade a su Carmen algo "que a Merimé no le importó" pero que cree fundamental para ambientar la tragedia de la gitana y el universo político social del momento: el levantamiento de Riego en Las Cabezas de San Juan, "un general que en Sevilla era recibido con campanas".Con esa intención, buscar la diferencia, el director ha colaborado no sólo en las composiciones musicales sino en el propio texto que desgranan dos gargantas de mujer, Ana Peña y Mercedes Hidalgo, a modo de narración. Junto a sus versos-quejíos aparecen los rescatados de la lírica trianera de la calle, que cantan los amores trágicos de la gitana -Juana Amaya- y el militar navarro -El Mistela-. La obra es casi un homenaje al barrio de Triana. Por eso, aunque habrá un preestreno en el Festival de Peralada, el director espera a encontrarse con el público del barrio sevillano.
En Barcelona actuarán en el Mercado de las Flores el 18 de septiembre pero, en principio, no pasarán por Madrid. Ya hace años que La Cuadra no pisa un escenario madrileño. Távora lo explica por el conservadurismo teatral que "está alejando a la capital de España del panorama mundial en el mundo del teatro". Pese a eso, considera que el teatro español atraviesa por el mejor momento y que nunca antes ha tenido en el exterior el peso que tiene ahora. Él lo sabe bien porque su universo andaluz, alejado de los volantes, "el que canta las miserias de un pueblo entre penumbras hecho escenario, velas, incienso, baile y cante flamenco", ha triunfado allende los mares y le ha convertido en su tierra en una vaca sagrada. "Que el Ayuntamiento de Sevilla por unanimidad me haya dedicado una calle en mi barrio es un premio en vida", algo que le ha regalado la inmortalidad .
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