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Aparece en Cuenca el ave más antigua capaz de volar con soltura

La nueva especie fósil, 'Eoalulavis', es de hace 115 millones de años

Las aves (dinosaurios con plumas) más antiguas de las que se tiene conocimiento a duras penas podrían volar con soltura, ya que carecían de álula, unas plumas con las que se controla el flujo de aire en el ala. Esta álula, equivalente al slat de los aviones, que permite reducir la velocidad en vuelo sin caer en picado y maniobrar al aterrizar y despegar, ha aparecido por primera vez en el registro fósil mundial en un ave extinguida de hace 115 millones de años, bautizada Eoalulavis hoyasi, descubierta en el yacimiento de Las Hoyas (Cuenca).

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Del tamaño de un jilguero, con 17 centímetros de envergadura (distancia de extremo a extremo de las alas extendidas) y huesos robustos, el único ejemplar descubierto en el mundo de Eoalulavis se ha conservado en forma de fósil aplanado, sin cabeza y sin cola, dentro de una piedra de caliza de la Serranía de Cuenca.Tras un minucioso proceso en laboratorio para liberarle de la caliza, este dinosaurio volador, o ave, reposa ahora en resina transparente. José Luis Sanz, director de la unidad de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), y sus colegas lo dan a conocer hoy en la revista científica Nature. "La Eoalulavis demuestra que hace ya 115 millones de años las aves habían desarrollado un sistema estructural sofisticado que les permitía volar a poca velocidad y tener un control preciso de maniobrabilidad", afirman los científicos.

Hace 115 millones de años, en lo que es ahora la Serranía de Cuenca, había un gran lago interior, de unos sesenta kilómetros cuadrados, explica Sanz. El clima era tropical o subtropical, y, con el paso del tiempo, el lodo del lago se fue compactando hasta acabar formando las rocas calizas en las que ahora aparecen atrapados los fósiles de tantos especímenes del pasado. El equipo de la UAM excava el yacimiento de Las Hoyas desde 1985, y ha encontrado fósiles de 30 formas diferentes de plantas. Por supuesto hay restos de dinosaurios y un centenar de animales distintos, la mayoría insectos, pero también peces y cangrejos. Al abrir una lasca de caliza, Alicia Garzón encontró la Eoalulavis.

Las plumas -no sus huellas, sino el auténtico plumaje fosilizado de este especimen- se han conservado perfectamente, aunque de su color original no ha quedado ni rastro.

El principal interés de la Eoalulavis está en un extremo de su esqueleto, en una impronta ovalada de plumas de apenas un centímetro de longitud, el álula. Un ave o un avión vuelan porque la corriente de aire crea una mayor presión por debajo del ala que por encima, de manera que el animal o el aparato se sustentan.

"Para reducir la velocidad en vuelo, las aves aumentan el ángulo de ataque del ala, es decir, la colocan más vertical para ofrecer mayor resistencia al aire; pero entonces se crean turbulencias en la parte dorsal posterior del ala y varía la presión diferencial, se pierde sustentación, el animal entra en barrena y cae en picado", explica Sanz. "Lo curioso es que la naturaleza evita esto con el álula, que tienen la mayoría de las aves actuales". Los ingenieros aeronáuticos lo evitan con los slats. "El álula proporciona un flujo adicional de aire en el ala para evitar las turbulencias, de manera que el ave reduce su velocidad sin caer en picado", continúa Sanz.

Se conoce un género de ave más antiguo, el célebre Archaeopteryx, de hace 140 millones de años. Pero éste, aun con un aparato volador preconfigurado, no tenía álula, por lo que no podría volar como un ave moderna, como un jilguero, un cuervo o un águila. Y no se han encontrado en los fósiles de Archaeopteryx indicios de alguna estructura que compense la falta de álula.

De manera que la Eoalulavis, además de definir una especie nueva del extinguido grupo de las Enantiornitas, se convierte en un eslabón clave para explicar la evolución de las aves, y precisamente en un periodo oscuro de su historia, el comprendido entre el Archaeopteryx y las aves mejor conocidas de hace 90 millones de años. Para llenar este vacío sólo dos yacimientos están dando información: uno en China y el otro en España (Las Hoyas).

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