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En la isla Flaubert

En Illa Flaubert, su novela más premiada, Miquel Ángel Riera (Manacoir, 1930) imagina una isla- desolada con un superviviente solitario, un hombre que ha decidido romper con todo, con el tiempo y con el espacio, automarjinarse y luchar contra la idea de la muerte. Un faro le ilumina su admirado Flaubert, el escritor que acabará. dando nombre a la isla. A este personaje le hubiera gustado ser como Gustave Flaubert y construir una obra que le garantizase "una variante de supervivencia". El personaje tiene mucho del mismo Riera.Miquel Ángel Riera vivía un tanto aislado, en su Mallorca natal, donde estaba a cargo de una gestoría. Concebía la literatura como un deber. Doloroso a veces -"sufro cuando escribo", solía decir-, pero al tiempo gratificante. La obra era para él, algo que ya existía incluso antes de que se pusiera a escribir, un mundo aparte al que accedía mediante el esfuerzo literario; un mundo que le permitiría conseguir alguna variante de supervivencia.Riera consiguió premios y prestigio con su obra narrativa, pero él siempre se consideró un poeta. Empezó escribiendo poesía -Poemes a Nai (1965)- y no se atrevió a publicar narrativa hasta los 43 años, con Fuita i martiri de Sant Andreu Milà (1973), una novela en la que ya aparecía el tema de la muerte. Siguieron, formando en cierto modo un mismo bloque, otros tres títulos: Morir quan cal (1974, premio Sant Jordi), L'endemà de mai (1978) y Panorama amb dona.

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Muere el escritor mallorquín Miquel Ángel Riera

Riera realizó después una especie de cambio de ritmo. Els Deus inaccessibles inauguró una nueva etapa, que culminaría con la publicación de su espléndida Illa Flaubert (1990, premio Josep Pla), obra marcada por la muerte de su madre. En 1995, Miquel Angel Riera publicó, siempre en Ediciones Destino, las narraciones de Crónica lasciva d'una decadència, que se unía a su anterior volumen: La rara anatomía dels centaures (1979). Destino, por cierto, se ocupó de publicar su obra narrativa- completa, tanto en catalán como en castellano.

. En 1992, Riera volvió a la poesía y publicó en Columna El pis de la badia. Era, en cierto modo, una manera de cerrar el círculo.

Con su muerte ha desaparecido un tipo de escritor. Alguien dedicado totalmente a su obra que gozaba y sufría al escribir y vivía en cierto modo al margen de los actos sociales. "La vida és la vida i jo som com som", escribió en Biografia.

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