Un país que no molesta a nadie
Irlanda está equipada para una buena presidencia. No es un país grande, no suscita el recelo antihegemonista. Es un socio pobre -recibe entre un 2% y un 3% de su PIB de los fondos comunitarios-, por lo que los países de la cohesión lo consideran de los suyos. Pero al mismo tiempo es un "buen alumno", de los pocos que cumplen los criterios de convergencia, por lo que los países ricos no le acusan de dilapidar las subvenciones. El Gobierno irlandés es una coalición de censervadores y laboristas: puede mediar.Y siendo del área anglosajona -el 27% de su comercio exterior depende del Reino Unido, al que cuidará políticamente- no anida escepticismo hacia la UE: "Preferimos que Londres nos acompañe en la moneda única, pero si no lo hace nosotros entraremos igualmente", advierte el gobernador del Banco de Irlanda, Maurice O'Connell. "Somos los más, entusiastas europeístas", subraya, recordando que sus conciudadanos aprobaron el referéndum de Maastricht con más del 70% de votos y que han sacado buenas ayudas de la bolsa común. "Nuestra experiencia europea ha sido muy positiva y espero que lo siga siendo", ratifica el ministro de Exteriores, Dick Spring.
Su peculiaridad es ser pobre y cumplidor. Administra bien los fondos de Bruselas. Apostó a tiempo -en 1986-1987- por una política de- rigor presupuestario. "La política de convergencia para la moneda única compensa, crea empleo, pero sus efectos se notan sólo en un lapso de cuatro o cinco años, según nuestra experiencia", indica el ministro de Economía, Ruairi Quinn.
Con escaso sacrificio social -lo hubo en sanidad-, el paro ha bajado en diez años cinco puntos, un tercio del total, pese a que ahora llegan inmigrantes. a este país de emigrantes. Y es que la reducción de la deuda pública ha reducido los tipos de interés y ha permitido bajar los impuestos y las cargas sociales (sobre todo, cotizaciones a la Seguridad Social) del empleo.
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