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Ulises amarrado al mástil

Joaquín Estefanía

A las 22.00 horas del viernes, después de una larguísima semana y de un Consejo de Ministros con contenidos fundamentalmente económicos, el vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, seguía explicando su concepción de la política tributaria a los alumnos de la Escuela de Periodismo UAM / EL PAÍS, reunidos en Miraflores de la Sierra (Madrid) en el IV Curso de Periodismo Jurídico.Rato había llevado escrito un texto de 18 folios, titulado La nueva política fiscal: criterios de reforma y principales cambios normativos, pero prefirió saltárselo e insistir en algunos puntos que conforman su concepción sobre lo que hay que hacer para cambiar un sistema tributario que, según el político conservador, está en el límite de sus posibilidades y que en 10 años ha cambiado sus detalles normativos en más de ¡tres mil ocasiones!.

Por ello, sostiene el vicepresidente, es urgente recuperar la seguridad jurídica perdida, mediante la creación de una Oficina del Contribuyente (con un defensor del contribuyente y un estatuto), que no esté dirigida por la Administración, que ejerza sus funciones al margen de los tribunales y que asegure una absoluta confidencialidad. El debate sobre esta nueva figura se producirá durante la actual legislatura.

El vicepresidente no rechaza en su discurso teórico la necesaria progresividad del IRPF (diferenciación según los distintos niveles de renta), pero aclara que la redistribución no debe darse tanto por los impuestos, como en los servicios públicos. Y complementa el concepto de progresividad con el de neutralidad: que los ciudadanos tomen sus decisiones en función de la actividad económica y no en relación con los impuestos, ya que esta forma de ver las cosas resta eficiencia al sistema.

Relata la leyenda del hombre de negocios británico que, en plena era laborista (naturalmente), todas las navidades regalaba alternativamente a su mujer un rolls-royce o un abrigo de visón hasta que ella se quejó y le preguntó si no podría darla dinero; el hombre de negocios le respondió: no, porque no desgrava.

Rato es muy prudente en su exposición, en comparación con el programa electoral de su partido: se reducirá el número de tramos del IRPF y "al final de esta década acabaremos con cinco o siete tramos". En cuanto a los tipos marginales, hay que acercarlos al tipo efectivo del impuesto sobre sociedades (en la actualidad, el tipo máximo de rentas y patrimonio es del 56% y el tipo efectivo del impuesto de sociedades, del 28%). Otra vez la prudencia: una cosa es acercarlos y otra igualarlos; el proceso hay que hacerlo lentamente y acompañarlo de un cambio de las deducciones.

Pero las deducciones son, "corno dicen los americanos, no yo, el paraíso de las clases medias". Todos los lobbies están encima de las deducciones, para que se impongan unas y no desaparezcan las que existen: "Tengo miedo a la ponencia del Congreso que estudiará las deducciones, porque habrá muchas presiones de todo tipo de grupos y, si no somos muy fuertes, puede acabar con más deducciones en vez de reducir las existentes". Tampoco son seguros los periodos de prescripción que se han anunciado (seis años para los que no hacen declaración de la renta; tres para los que sí la hacen), pero se está estudiando.

Rato aborda otros muchos detalles de los ingresos públicos (no habrá cambios en los tipos del IVA; sí una intensa lucha contra el fraude; se inspeccionará a todas las empresas y profesionales que se acojan a la actualización de balances), pero no los enmarca en el proceso de convergencia hacia la UEM.

Se da por implícito que, en su política económica global, el vicepresidente pretende hacer como Ulises: amarrarse al mástil para resistir las tentaciones de las sirenas: una política más laxa a 18 meses del examen final.

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