Los G-7 decide convertir a Naciones Unidas en un "superasistente social" del mundo
La Organización de las Naciones Unidas experimentará una profunda reforma para adecuarse al nuevo orden mundial. Los líderes de las siete mayores potencias industriales expresaron ayer en Lyón su descontento ante el presente estado de la ONU y anunciaron una reestructuración acorde con los tiempos: reducción de personal, incremento de productividad... Un nuevo cargo, el vicesecretario general, se cuidará de las cuestiones económicas y sociales. La nueva ONU, coordinada con otras organizaciones, será como un "'asistente social" del mundo, para paliar la pobreza y las desigualdades que, en opinión de los siete grandes, puede agravar la mundialización económica.
El nuevo orden liberal, la llamada mundialización, "puede acentuar las desigualdades en los países más pobres y ciertas regiones del mundo pueden quedar marginadas", señala la declaración sobre economía, de 17 páginas, emitida ayer por el Grupo de los Siete (Estados Unidos, Japón, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido e Italia). Un fenómeno de ese tipo se ha registrado últimamente en casi todos los países: más riqueza, peor distribuida.Al reconocer el riesgo de empobrecimiento de una parte de la humanidad y la necesidad de alcanzar "una asociación global para el desarrollo", el G-7 dio satisfacción a Jacques Chirac. El presidente francés acudió a la cumbre de Lyón como "abogado de los pobres" y con un doble objetivo: alertar sobre el lado negativo de la mundialización y conseguir un incremento de las ayudas al desarrollo de los países más atrasados. Los miembros del G-7 se comprometieron a aportar más dinero al sistema de ayudas al desarrollo, aunque en términos muy vagos.
Washington ha reducido sus aportaciones durante los últimos años a causa de los programas de austeridad impuestos por el Congreso, y sólo dos países del G-7, Francia y Japón, se acercan al 0,7% del presupuesto fijado como objetivo por la ONU. En 1995, Japón aportó 14.000 millones de dólares; Francia, 8.400 millones, y EE UU sólo 7.300 millones.
Japón impuso su idea de que, en el futuro, las ayudas a los países pobres estén directamente relacionadas con el cumplimiento de un grupo de objetivos pactados previamente entre la organización concesora y el Gobierno receptor. Esos objetivos estarán relacionados con la salud (mortalidad, nutrición, etcétera), la gestión económica (déficit, efectividad fiscal, etcétera) y la democratización.
En cuanto a la reforma de la ONU, era un viejo objetivo de Estados Unidos ya acordado en la anterior cumbre de Halifax (Canadá). Aunque Washington debe 1.300 millones de dólares a la ONU y su morosidad ha llevado a la organización al borde de la quiebra, la hegemonía diplomática estadounidense ha permitido a Bill Clinton rediseñar a su gusto el principal foro multinacional.
El G-7 dio ayer un severo repaso a la ONU, "necesitada de cambios como requisito previo a la mejora de su eficiencia", y marcó sus prioridades: "Reducción de la pobreza, empleo, vivienda, aportación de servicios esenciales (especialmente salud y educación), promoción de la mujer y protección de los niños, y asistencia humanitaria en general". Ninguna mención a los cascos azules o a las tareas de mantenimiento de la paz, que EE UU prefiere atribuir a la OTAN.
El nuevo vicesecretario general de la ONU (o secretario general adjunto, según la denominación francesa) tendrá que controlar el gasto, suprimir programas redundantes y "racionalizar todas las actividades". La organización, a su vez, deberá coordinarse con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial. y la Organización Mundial de Comercio.
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