Cañadas
A doña Isabel Tocino la llaman ya la Divina Pastora. Ese aire tenía cuando la vimos en televisión andando por cañadas salmantinas, comiendo caldereta y bailando la jota. Está empeñada doña Isabel en recuperar las Cañadas que en otro tiempo recorrían los rebaños trashumantes. Lo que ha ocurrido con las cañadas es que los propietarios de las fincas lindantes se han apoderado de buena parte de ellas y, en muchos sitios, ya no se sabe qué es cañada y qué, propiedad particular.No le será fácil a la señora ministra de Medio Ambiente lograr sus bucólicos propósitos, en una época caracterizada por la primacía de,lo privado sobre lo público. En un arrebato de entusiasmo pastoril, la ministra anunció que sería buena idea emplear a los perceptores del PER y del subsidio de paro en la recuperación de las cañadas.
Cuando pasen los cien días de cortesía habrá que criticar al Gobierno por lo que parece una de sus características: la de que los ministros se pisan, unos a otros, las competencias. El PER y el paro dependen del Ministerio de Trabajo. Los corderos, de Agricultura. Medio Ambiente es, si acaso, un invitado a la excursión.
A mí, doña Isabel se me hace muy mujer de asfalto: opusdei urbanita diseño telva. Doña Loyola de Palacio, por el contrario, tiene un no sé qué de energía rural que procede más bien de la regla de oro de la educación laica del Liceo Francés. "Débrouillez-vous" ("arrégleselas usted"). Y no es del Opus. ¿Cómo va a serlo si se llama Loyola? San Ignacio y el beato Escrivá nunca fueron, el uno para el otro, santos de su respectiva devoción.
Esto de que las damas pastoreen ovejas se lo inventó otra ministra, doña Esperanza Aguirre. Siendo concejal, se la vio con el hato en la cañada que pasa por la Puerta de Alcalá. Tenía aire de marquesa dieciochesca, lectora de Meléndez Valdés.
Cuando se cumplan los cien días, habrá que pedir al Gobierno que diga a quién le toca recuperar las cañadas. Una operación tan difícil como apacentar rebaños en las calles de Madrid.
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