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Arias por el patio

La dificil convivencia entre un restaurante especializado en ópera y tres inquilinos de un piso.

Ana Alfageme

Después de muchos años, tenían más de 100 metros cuadrados para los tres, calefacción central y un torrente de luz. Dolores Rubio, de 32,años; su esposo Antonio Rojas, de 31, y el hermano de éste, Guillermo, de 27, se mudaron en octubre pasado a un tercer piso de la calle del Barquillo. Llevaban años como los eternos estudiantes que ya no eran, pasando frío en un bajo oscuro. La verdad es que poco disfrutaron su nuevo piso, según cuentan. Desde enero, un restaurante de gran éxito cuyos camareros cantan ópera entre el revuelto y la merluza les ameniza algunas noches. Comenzaron en enero viernes y sábados, y fueron prolongando. A partir de mayo, de martes a sábado. Y además, añaden el ir y venir de los clientes por la entrada del patio de vecinos al restaurante La Castafiore, el constante rumor de la maquinaria del aire acondicionado y hasta los aplausos con que los aficionados al bel canto celebran los gorgoritos operísticos.

Su conversación, la de los tres, vuelve continuamente al insomnio y a la irritación: "Estamos como los niños", explicaban con media sonrisa hace semanas, "obsesionados". "Hay días que noto que no puedo rendir", comenta Guillermo, que trabaja como realizador de televisión. Dolores también lo acusa. Se levanta temprano para acudir a la Facultad de Ciencias de la Información.

En el dormitorio del matrimonio hay unos tapones de oídos en la mesilla. Se oye, quedamente, primero un aria y luego aplausos entusiastas. Entra la madrugada de un viernes, muy calurosa. Las ventanas permanecen cerradas. Los tres pasan las noches entre el calvario de los dormitorios -se oyen al fondo los cánticos, los vivas y las conversaciones- y el del, salón, con el rumor del climatizador.

Con la apertura del restaurante, el 5 de enero, se inició la peregrinación de protestas de los tres. Tienen copia de ocho escritos a los departamentos correspondientes del Ayuntamiento. El primero, con un sello del 17 de enero, explica al alcalde, José María Álvarez del Manzano, "cómo las ventanas [del restaurante] dan al patio interior donde se encuentran nuestras habitaciones, cuando los clientes entran y salen se oye todo". Y prosigue: "Se ha llegado a oír un ruido de un aparato a cualquier hora del día o de la noche, que sale desde el bajo y llega hasta nuestra cocina expandiéndose por toda la casa, impidiéndonos nuevamente el descanso, porque además, (...) se producen vibraciones en la Casa".

Entre queja y queja, las llamadas; constantes a la Policía Municipal -en sus escritos detallan 10 visitas-, un técnico de Medio Ambiente que midió los decibelios que emitía el climatizador -"65, exactamente, cuando lo permitido por la noche es de 45", cuenta Antonio- además de constatar que había un piano en el restaurante, y hasta una multa a Guillermo, acusado de tirar una bolsa. de basura a unos comensales, cosa que él niega.

A añadir, más protestas: olores de los cubos de desperdicios que descansan en el patio y ruidos, varios, incluida la "salida escalonada del personal por el patio interior, en la mayoría de las ocasiones originando molestias por las voces y gritos proferidos".

¿Y los otros vecinos? "No se han quejado", dicen en el restaurante. "Hay oficinas en el primero y personas mayores en los demás pisos que no oyen muy bien", contestan los del 3º A.

Un técnico de la junta de Centro, destinataria de las reclamaciones, asegura que litigios de éstos son moneda de todos los días: "Cientos, solamente en Centro hay seis zonas protegidas contra el ruido... ". La concejal de Centro María Antonia Suárez no ha contestado en las últimas dos semanas a las llamadas para recoger la versión oficial del Ayuntamiento.

Según los tres inquilinos, el municipio requirió al restaurante en abril para insonorizar el climatizador, para que cesaran las actuaciones en directo y para que el paso de los clientes no se realizase a través del patio. Javier Otero, de 33 años, asesor artístico del restaurante, contaba el viernes sus gestiones: "El aire acondicionado ha quedado forrado esta semana y hay un dispositivo para que no se transmitan las vibraciones al suelo. Hemos pedido permiso para tener actuaciones en vivo. Lo que es más delicado es la entrada de los comensales por el patio. Tenemos autorización de todos los propietarios para usarlo y no creemos que se moleste tanto como dicen ya que la gente sale ordenadamente, nos hemos gastado un dineral en poner plantas, en alfombrarlo, y es más bonito. Tras estar en un ambiente operístico el contraste directo con la calle se evita así". Otero señala que la primera semana de funcionamiento ya pusieron a todo correr con el incremento de gasto correspondiente- y a instancia de estos vecinos, doble ventana y un extractor de humos.

Los vecinos, tras seis meses de pelea, rebaten: "El ruido es el mismo, lo único que ha cambiado es que respetan los horarios: entre semana, hasta la 1.30, los fines de semana, hasta las dos", contaba ayer Dolores. Les enfurece la lentitud municipal: "Si había un informe de ruidos del 1 de marzo, no entiendo cómo el requerimiento es del 19 de abril y no ha servido de nada". "Hemos respetado siempre los horarios", contesta Javier, "hacemos todo lo que podemos para evitar molestias y pedimos consideración por nuestra actitud".

El próximo martes, a media-noche, se alzarán las copas de cava en el brindis de La Traviata, como cada día. Cien comensales lo disfrutarán. Tres vecinos, no.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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