La mano de Cañellas
TRES PRESIDENTES en menos de un año es algo que pocas comunidades autónomas se pueden permitir sin que se tambaleen sus estructuras políticas. Baleares, al parecer, puede. Eso sí, siempre que la persona designada se avenga a entenderse, y a someterse, si es preciso, a quien de verdad manda en Baleares: Gabriel Cañellas.Soler había sido investido presidente hace poco menos de un año a raíz del escándalo del túnel de Sóller -por el presunto cobro de comisiones ilegales y la supuesta financiación irregular del Partido Popular (PP)-, que forzó la dimisión de Cañellas al frente del Ejecutivo balear y del partido. En realidad, Cañellas dejó el cargo, pero nunca el poder. Se retiró a la presidencia del Grupo Popular en la Asamblea regional y siguió imponiendo su parecer.
Soler, dentro de sus prerrogativas, planteó el lunes una reforma tanto en la estructura como en la composición de su Gobierno. Pero su propio grupo parlamentario forzó ayer su dimisión al aprobar mayoritariamente una moción contra su gestión. Cañellas dijo que quería evitar una "cantabrización de Baleares", pero golpes de mano como el de ayer indican que puede haber Hormaecheas tras la cortina.
Lo ocurrido demuestra que la crisis de julio pasado se cerró en falso, pese a que el presidente del PP, Jose María Aznar, considerase que la salida era un ejemplo de resolución rápida y enérgica de conflictos internos; de exigencia y aceptación de responsabilidades políticas en casos de corrupción. Hoy no podría decir tanto.
La dimisión de Soler requiere una explicación clara por parte del PP balear, y por parte de la dirección nacional del Partido Popular, que disuelva toda duda respecto a la relación entre el relevo de ayer y los avatares de los casos Sóller y Calviá. Ayer, la plana mayor del PP en Madrid tuvo buen cuidado de escurrir el bulto. Por cierto, que Cañellas fue rápido en anunciar el nombre del sustituto de Soler, proponiendo al hasta ahora consejero de Economía y Hacienda,- Jaume Matas. ¿Realmente importa?
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