"Me interesa indagar en las distintas facetas de la verdad y la traición"
Richard Gere, de 47 años, parece en persona más joven y vital que en la pantalla. Vestía ayer unos gastados vaqueros negros, jersey y chaqueta grises y un rosario budista en la muñeca. Habla y se mueve en la habitación con soltura y naturalidad, se sirve un capuchino descafeinado, unos bollos, y trata de atender a la conversación como si estuviera en casa con unos amigos. No se parece a Martin Vail, el abogado endiosado que interpreta en Las dos caras de la verdad, el filme que ha venido a promocionar. Pero eso puede ser parte del juego. Después de todo, "la película trata sobre la naturaleza de las máscaras", según él.El nuevo papel de Richard Gere en la pantalla ha recibido críticas favorables en el extranjero -se estrena mañana en España-, pero el actor dice no fiarse demasiado de ellas. "Uno debe ser algo filosófico sobre temas como el cine y su repercusión en los medios y el mercado, porque nunca sabes lo que pasará. Cuando estás trabajando con otra gente, preparando el guión, toda la parte creativa, es cuando mayores satisfacciones tienes. Cuando finalmente llegas al público, obtienes otro grado de recompensa. Pero no es ese grado en el que tienes que confiar, sino en el primero, porque no sabes nunca lo que vas a comunicar", afirma.
"En esta película las ideas que encontré interesantes fueron dos. La primera es la tesis que se plantea sobre la naturaleza de la verdad, que se ve desde la primera escena de la película con las preguntas iniciales: ¿qué es la verdad? ¿existe más de una verdad? y ¿cuál es la verdad que importa? La película trata sobre la naturaleza de la verdad, de la realidad. Trata sobre la naturaleza de las máscaras", explica.
Sobre su personaje, un abogado de éxito que decide defender lo indefendible, como un reto personal, dice: "Martin Vail se ve a sí mismo como la encarnación. de la verdad. En los Juzgados él es el dios que la posee. Y de ahí, su caída. El no controla la verdad, es alguien más quien la controla".
"La segunda cosa que me interesó del guión, y la más misteriosa, es la idea de que nunca podemos conocer realmente a nadie. Ya es bastante difícil -yo diría, imposible- conocerse a sí mismo, pero jamás se puede conocer a los demás. Se toca una sensibilidad emocional en todo esto: la de la traición. El universo nos traiciona, la otra gente nos traiciona, son cosas que se caen".
En lo personal, Richard Gere es el primero en admitir que se ha sentido decepcionado por algunas personas cercanas. "Por supuesto que he sido traicionado, pero todo el mundo lo ha sido. La amistad no es absoluta, tampoco. Cuando nacemos vemos a nuestros padres como dioses, seres perfectos. No imaginamos que puedan fallar. Cuando creces te das cuanta de que no hay dioses allá afuera, quizá sólo dentro de ti. En parte, eso nos permite desarrollar una cierta generosidad de espíritu, que parte del reconomiento de que todos somos imperfectos. Y aprendemos a perdonar. Los amigos hacen un trato por el que harán lo mejor que se pueda en cada circunstancia, comprendiendo que alguno fallará alguna vez y que el otro sabrá perdonarlo".
Además de la traición y la naturaleza de la verdad, el filme retrata un sistema judicial en el que la corrupción parece corroerlo todo. "No creo que quede tan mal parado el sistema judicial en sí", dice Gere, "son los practicantes de ese sistema los que quedan mal. El sistema es bastante bueno, creo. Es un sistema que permite la generosidad de espíritu. Mi personaje dice 'no sólo la gente mala hace cosas malas, también la gente buena hace cosas malas a veces'. Y el sistema lo permite. Hay gente culpable que escapa al castigo, pero eso es mucho mejor que condenar a alguien que es inocente".
Los personajes que ha hecho, sean arrogantes (Asuntos sucios), o románticos (Sommersby), le siguen gustando."Lo importante es tratar siempre de encontrar otros elementos que valga la pena explorar en el personaje", afirma Gere. "Me gustó mucho hacer el personaje de Pretty woman porque nunca había hecho algo así, me divertí mucho", confiesa, pero luego puntualiza: "Por instinto, a veces acepto algún guión como Pretty woman, pero no me propondría desarrollar yo mismo un proyecto como ése. Por el contrario, Sommersby es un filme que sentía más cerca de mi corazón, y me interesó producirlo y actuar".
Aunque no abundan los proyectos experimentales entre sus películas, Mike Figgis le ofreció protagonizar Leaving Las Vegas, papel que finalmente aceptó Nicholas Cage. "En esa época estaba pasando, una época muy dolorosa, la de mi divorcio, y lo último que me apetecía hacer era el papel de un alcohólico suicida".
"Yo prefiero las películas más literarias", continúa, "como Before the rain, ésa es una película que me hubiera gustado producir. Muy poética, muy inteligente, una estructura muy fresca. También he preferido siempre filmes muy directos, muy simples. Hacer películas como las del primer neorrealismo, como el de Vitorio de Sicca, es lo más difícil de conseguir porque todo es invisible. Es como el polvo que sopla el viento, y es a la vez lo más poderoso, por su simplicidad. Pero también me gustan las comedias algo tontas, para reír sin complicaciones".Cuando prepara un personaje suele ser un amplio trabajo de investigación. En este caso, el mundo de los abogados. "No aprendí mucho de asistir a los juzgados o de leer libros de leyes, aunque sigo preprando de ese modo los personajes. Pero lo importante en este caso es la motivación del individuo. Y había una mujer en Chicago, abogada de oficio, que me abrió su corazón y me dijo que para ella lo importante era comunicar su verdad al jurado. Que es algo parecido a lo que yo hago como actor: usar el vehículo de tu trabajo para comunicar".
Babelia
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