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Abandonados

Rosa Montero

Escribo esta columna con desesperanza, con furia y con vergüenza. Con desesperanza porque, después de más de veinte años de lucha y sufrimiento, los saharauis van a ser abandonados a su suerte por la comunidad internacional. Con furia, porque Marruecos sigue manipulando la opinión pública: ahora dice que los saharauis han bloqueado el referéndum, cuando lo cierto es que Hassan lleva años intentando colar a miles de marroquíes en el censo para así poder robar la votación. Y escribo con vergüenza, en fin, por la parte que nos toca en este asunto: porque España mintió, traicionó y arrojó a los saharauis a la más negra suerte. Este dolor de hoy es hijo nuestro.Pero igual de vergonzosa es la actuación de la ONU en todo esto. Hace unas semanas, Amnistía Internacional publicó un informe sobre el Sáhara en el que detalla las constantes violaciones a los derechos humanos que allí se cometen, con centros clandestinos de detención y tortura y con cientos de desaparecidos saharauis (hombres, mujeres, incluso niños), algunos en manos de los marroquíes desde hace veinte años. Y este horror, dice AI, ha sucedido ante las narices de las fuerzas de paz de la ONU (MINURSO) sin que hayan hecho nada por remediarlo: "MINURSO quedará como un testigo silencioso de las violaciones", especifica.

Pues bien, ya no van a ser "testigos silenciosos", porque se marchan. La ONU va a retirar a casi todo su personal del Sáhara, culminando la indignidad de su gestión. Ahí se quedan los saharauis, aislados y sin recursos: tienen la razón, pero como carecen de petróleo no habrá una guerra del Golfo para ellos. Son tan pobres y tan pocos que podemos abandonarlos fácilmente. Apenas si harán ruido: cuando griten bastará con mirar hacia otra parte.

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