Fervor joselitista
Un público enfervorizado estuvo aclamando a Joselito desde que apareció por el portón de cuadrillas hasta que desapareció, en delirante triunfo, por la puerta de. Madrid. Y quizá no habría ya nada más que añadir. El éxito que alcanzó Joselito fue inequívoco. Manda en el toreo, lo proclama el público y la regla democrática dicta, que su, sentencia es inapelable.Qué sucedió para que se produjera ese entusiasmo desbordado requiere, sin embargo, algunas matizaciones. Entre la entrada y la salida en loor de multitud hubo de todo: bueno, malo, y regular. No es que lo acepte el joselitismo. El joselitismo no admite ninguna de las tres calificaciones pues cuanto haga el titular de la causa ha de ser siempre grande, maravilloso, óptimo. Lo bueno se queda para otros candidatos de menor fuste: unos pases cambiados de Pedrito de Portugal al sexto toro, por ejemplo. Y, desde luego, lo regular -el mismo diestro en sus premiosas faenas-, o lo malo -Finito de Córdoba en las suyas-.
Indarte / Joselito, Finito, Pedrito
Toros de Jiménez Indarte (dos rechazados en el reconocimiento, uno devuelto por inválido): 2º, 3º y 6º, escasos de trapío, inválidos, aborregados. Dos de El Pilar: 1º sin trapío e inválido, Y devuelto por inválido. Sobreros: 4º de José Luis Marca, bien presentado, inválido y borrego. 5º de José María Manzanares, sin trapío, manso e inválido.Joselito: dos pinchazos -aviso-, estocada corta y dos descabellos (algunas palinas); estocada desprendida (dos orejas); salió a hombros por la puerta grande. Finito de Córdoba: estocada corta tendida trasera baja (silencio); pinchazo hondo tendido, media estocada tendida y tres descabellos (algunos pitos). Pedrito de Portugal, que confirmó la alternativa: media perpendicular muy trasera baja y descabello (silencio); dos pinchazos -aviso- y estocada corta caída (ovación). Plaza de Las Ventas, 15 de mayo. 5ª corrida de feria. Lleno.
Toreaba templado Joselito y le aclamaba el público puesto en pie. Toreaba fuera de cacho aliviándose con el pico y le aclamaba puesto en pie también. Unos y otros ingredientes formaban parte de la misma faena y a pesar de que son contradictorios se valoraron igual y le valieron las dos orejas, la puerta grande, gritos de "¡torero!"
Ocurrió en el cuarto toro. Y empezó, con un brindis emotivo al premio Nobel Gabriel García Márquez, que presenciaba el festejo desde un burladero del callejón. Joselito se sentó después en el estribo, dio cuatro pases y se cayó tres veces el toro. Por tres veces consecutivas ser racional y ser irracional ocupaban el puesto que tienen asignado en el orden cósmico: Joselito sentado en el estribo, hecho un rey; el toro tirado en el suelo, hecho un paria.
El resto de la faena transcurrió en el centro del redondel. Hubo unos derechazos de Joselito mediocres; unos naturales de fina ejecución mas perdiendo terreno al rematarlos; otros de frente con mayor fundamento y al abrocharlos en una trincherilla torerísima la tanda se llenó de aromas. Otros redondos suavísimos mantuvieron el nivel alcanzado y la nueva trincherilla de remate quedó dibujada en el vacío pues el toro se iba a morir.
No es muy seguro que se fuera a morir el toro, aunque daba los síntomas viéndole embestir como una babosilla sumisa y doliente. A lo mejor lo era. Un toro, por mucha nobleza de corazón que tenga y muy castigado que esté, se comporta de diferente forma. Ahora bien, Joselito no hacía distinciones; el público tampoco. Y tal cual sí hubiera en la plaza un toro íntegro de los de aquí te espero, el matador porfiaba molinetes o ayudados, el gentío coreaba olés, y cuando cobró un estoconazo no precisamente por el hoyo de las agujas, se desbordó el entusiasmo.
La corrida se dio sin toros. ¿Tenía algo que ver lo que allí salió de cuatro hierros distintos -titulares, sustitutos, sobreros- con el toro de lidia? Nada tenía que ver y nadie podrá decir lo contrario sin ofender a esa joya de la zootecnia que lograron encastar los ganaderos de bravo en pasadas épocas. Finito, muy medroso e inhábil, fracasó con su ración de inválidos. Pedrito lanceó y muleteó voluntarioso, alcanzó su momento cumbre en el sexto toro cambiándole el viaje en el platillo, instrumentó buenos derechazos y luego la faena se le vino abajo. Joselito no pasó de la mediocridad en el tullido que abrió plaza. En fin, pelillos a la mar. El fervor joselitista demandaba el triunfo de su torero y lo consiguió con creces. Dos orejas, a hombros por la puerta grande, el delirio... ¿Se puede pedir más?
Babelia
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