Gallito
La primera figura del toreo sigue en el recuerdo a los 76 años de su muerte
Un año más, sobre la arena de todos los ruedos del orbe taurino, va a posarse la sombra del recuerdo de la muerte de Gallito en Talavera, hoy hace 76 años. De todos los espadas abatidos por astas homicidas, el único cuya tragedia se evoca temporada tras temporada es el de este Joselito, prodigio de torería desde su niñez, asombro de los públicos de su época, llanto de sus contemporáneos cuando cayó tronchado en una plaza de poco rango y memoria perenne en las generaciones posteriores.Es posible que sus cualidades toreras se hayan hiperbolizado con el paso del tiempo. Al trasladarse de padres a hijos el relato de sus hazañas toreras, más de uno habrá añadido aumentativos de su propia cosecha. Acostumbran los aficionados a exagerar todo lo que han visto y estos excesos imaginativos son hereditarios. Los cronistas de su tiempo nos han transmitido la idea de que fue un torero largo y completo, poderoso lidiador y discreto estoqueador. Así ha quedado para la opinión actual.
Hoy podemos conocer el toreo de Gallito a través de las películas de la época. Por medio de sus imágenes se aprecia que José andaba por el ruedo con pasmosa tranquilidad, unida a una gran seguridad. Da la impresión de que, con los rehiletes en la mano, debió ser muy difícil superarlo. En la película filmada cuando mató siete toros de Martínez, en el coso madrileño de la carretera de Aragón, hay una secuencia. en la que se ve cómo, al comprobar que el toro al que llama para colocarle las banderillas no acude al cite, se traslada al lado de un caballo que yace tendido en la arena y en aquel terreno, aprovechando la querencia del astado al animal muerto, coloca un par en todo lo alto.
Hay también otros planos del tercio de varas, en los que puede verse su variado repertorio con el capote y el arte con el que instrumentaba los lances. Los toros de aquellos tiempos penas se empleaban en el caballo y el derribo era, en la mayoría de las ocasiones, instantáneo. Había que estar muy pendiente para efectuar el quite y llevarse el toro con celeridad. Gallito, según se ve en las imágenes filmadas en aquella tarde triunfal lo hacía con prontitud, pero sin descuidar el detalle artístico. Y no se ve un quite igual al anterior.
Todos son diferentes y es increíble la exactitud con la que se le ve colocar el toro en el sitio idóneo para el puyazo siguiente, casi siempre con un solo capotazo. Largas, serpentinas, galleos, lances con el toro enroscado a la cintura. Todo brota de su capote, al tiempo que la sonrisa se difumina en el rostro.
Dominio y eficacia
En las faenas de muleta, con toros muy enteros, aculados en tablas por su mansedumbre, sus trasteos aparecen dominadores y eficaces. Entonces no se toreaba en redondo, con las largas series de pases con las que nos obsequian los espadas actuales. Cuando Gallito pasa con la izquierda a uno de los toros de esa corrida, se atisba en los muletazos la asimilación del toreo que Belmonte andaba ya esparciendo por los ruedos.Y no sabemos nada más de las formas de su toreo. No abundan las películas con actuaciones de este espada porque, naturalmente, por aquellas calendas no había nodos ni televisión. Es la imaginación la que, a la vista de la escasa filmografía conservada, puede desmelenarse y construir la tauromaquia completa del diestro. Y algunos lo hacen. Te cuentan lo que han leído en los panegíricos al uso como si dogma de fe se tratase. No hay que hacerles mucho caso.
Pero en algún lugar puede que viva todavía un venerable abuelito que se acuerde de cuándo, dónde y cómo vio actuar al torero. A ver si se decide a venir y nos lo cuenta.
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