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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las olvidadas raíces

Tomás de Iriarte, como Samaniego, permanece en la memoria colectiva asociado a la creación de fábulas. Mucho menos conocida es su faceta de músico. Los dos aspectos, literario y musical, se complementan en Guzmán el Bueno, escena trágica para actor con música en sus intervalos, escrita, compuesta y estrenada en Cádiz en 1790, y conservada en los fondos de la Biblioteca Histórica de Madrid.Su recuperación se enmarca en los actos del 250º aniversario del nacimiento de Goya. Tomás Garrido ha realizado las labores de investigación y transcripción musical, y también dirige a la orquesta Camerata del Prado en este reestreno. Este melólogo, Guzmán el Bueno, se asemeja en estilo a obras anteriores de Rousseau en Francia, tuvo éxito en Madrid a finales del siglo XVIII.

Música en la época de Goya

Iriarte: Guzmán el Bueno; Rodríguez de Hita: La Briseida (obertura); Hydn: Sinfonía número 44. Actor: José Luis Pellicena. Camerata del Prado; director: Tomás Garrido. Capilla Museo Municipal. Madrid, 14 de mayo.

Necesita, ineludiblemente, un gran actor capaz de dar vida dramáticamente. al personaje protagonista. En la serie de conciertos de la Capilla del Museo Municipal (el último es el próximo martes 21) lo tiene.

Al igual que sucedió en su reciente recreación sobre Cortázar, José Luis Pellicena arrastra, por su variado y complejo juego de registros en la construcción del personaje. Su lectura es musical: cálida de timbre, expresiva en ritmos y acentos, emotiva en la dicción. Pellicena vive momentos felices de madurez. Consigue transmitir las inflexiones, matices y continuidad de un texto con claridad, garra y contención. No se puede pedir más. Los 10 intermedios instrumentales contribuyeron, en espíritu y ejecución, a elevar la densidad artística del drama.

La primera parte estuvo dedicada a Hydn, músico predilecto de Iriarte, y a Rodríguez de Hita, su profesor, de quien se interpretó con alegría chispeante la obertura de la zarzuela La Briseida, primera de las colaboraciones en este género entre Ramón de la Cruz y el compositor, que llevarían años más tarde a títulos como Las segadoras de Vallecas y Las labradoras de Murcia.

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