El departamento
Blanca como el tocino resultó la fumata: ¡Ya tenemos departamento para el medio ambiente! Enhorabuena a todos los que llevábamos mereciéndonoslo desde hace una generación X! Y mucha suerte, que la necesitan, a los responsables de alimentar a la criatura que acaba de ser fecundada. No sabemos aún si nacerá un mosquito y la ilusión durará dos semanas. Tampoco si será más bien anfibia y tendremos tres meses hasta completar la metamorfosis. O i llegaremos incluso a un parto de gran mamífero y la nueva cartera deberá gestarse no menos de diez meses. Toda novedad puede nacer de la novedad. Sea lo que salga, mejor que llegue. Un aborto para este evento, rigurosamente histórico, sería demasiado retroceso tras tan larga espera en quedarnos preñados de sensatez ambiental.Lo cierto es que la traen quienes más lejos parecían estar de la sensibilidad más progresista del siglo. Lo ambiental asciende de categoría aunque, y ésa sería la primera trampa, tal vez no de presupuesto. Queremos decir que si la tónica general es que coman menos los viejos departamentos, sería parricida que el nuevo, el literalmente todavía gestándose, no fuera a contar con la posibilidad de una suficiente lactancia. Recordemos que los presupuestos para medio ambiente siempre fueron menores de la mitad de lo mínimamente necesario. Y que la seriedad en política se reconoce a través de la dotación presupuestaria.
Aunque no sea intención asidua de esta columna asomarse a lo político-administrativo, ya que lo hacen en masa la inmensa mayor parte de los medios de comunicación, destaco que todos los expertos celebramos que en el nuevo departamento se suman algunas, no todas -falta la más importante, energía- de las más clara y viejas revindicaciones del ecologismo. Cal nos dan al asumir, además de las relativas al agua, las competencias de conservación del medio natural, los parques nacionales y las estrategias para no seguir esquilmando la multiplicidad vital.
Le deseamos, pues, a la señora ministra el mayor éxito frente a la mucha arena que introducen sus múltiples compañeros de partido, que creen a pies juntillas que la naturaleza tiene las mismas fronteras que el mapa autonómico, o que desean romper las normas internacionales que adjudican a la Administración central la tutela de los parques nacionales. No menos esperanzador resulta que éste, la creación del Ministerio del Medio Ambiente, sea de momento el único acto de desobediencia al señor Pujol del nuevo presidente del Gobierno. A ver cómo les queda, ahora dentro de una mínima coherencia ecológica, el traspasar las competencias sobre la costa a esos aliados que no contemplan limitación alguna para una expansión urbanística que hace ya muchos años debería haber sido minimizada.
Los cambios en las leyes del suelo o del agua pueden acabar siendo también lo menos ecológico de Europa a poco que se consoliden las primeras manifestaciones al respecto de los líderes populares. No menos complicado, y le deseamos a los nuevos responsables la mayor habilidad, será que obras hidráulicas pase a ser un departamento de gestión de la escasez de un principio vital y no del inerte cemento. Y, sobre todo, les rogamos que no sigan la ya demasiado generalizada pauta de hacer lo mismo que siempre, llamándolo de otra forma. Si al menos lo intentan tendrán el aplauso de las organizaciones ecológicas. Que, por cierto, siguen esperando saber si van a ser consultadas. Preguntar no es malo, especialmente cuando apenas se sabe algo de un determinado tema que otros llevan trabajando decenios.
Con todo, lo más duro para el nuevo departamento vendrá de los viernes en la "inhóspita" Moncloa. El riesgo es que los viejos sigan como antes considerando menor la gestión de lo mayor. Hemos escuchado con agrado que la señora ministra cree en la educación ambiental. Por eso le recomendamos, ya que será muy poco lo que logre su departamento sobre los campos de lo real, si no convence a sus compañeros del Consejo de Ministros y a sus aliados políticos nacionalistas, a dar urgentemente, todos, un curso de esa disciplina.
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