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Un Maquiavelo incomprendido

Narasimha Rao deja hoy el Gobierno indio cuya jefatura obtuvo tras el dramático asesinato de Rajiv Gandhi durante las elecciones pasadas. Le eligieron como solución de compromiso, a la espera de que un nuevo miembro de la dinastía Nehru-Gandhi se hiciese cargo del ya dividido Partido del Congreso. Tenía ya 70 años y tras de sí una larguísima carrera política. Era el presidente del partido, cargo honorífico, pero era un hombre sombrío que nunca habría llegado a la cumbre de no haber sido por ese trágico día de mayo de 1991.Nadie esperaba nada de Rao, del cara de perro, como le llamaban muchos barones del Congreso, esos mismos que no fueron capaces de ponerse de acuerdo para elegir a uno de ellos y prefirieron nombrar a un "hombre neutro". Pero el Maquiavelo que Rao llevaba dentro tardó poco en aparecer. Hizo mil pactos, pero ninguno con la gente de su propio partido. Por el contrario, acentuó las divisiones dentro del Congreso, que hacía aguas por todo s los lados, y obtuvo un apoyo cada vez más amplio en la Lok Sabha.

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A Rao le auguraban apenas un par de años y manipuló, hasta completar los cuatro de la legislatura. Era un supuesto defensor del socialismo indio y, por primera vez, reformó las leyes para dar paso a las privatizaciones de la colosal industria nacional y dejar la puerta abierta a inversiones extranjeras. Queda mucho por hacer, pero lo hecho supone ya un cambio radical para India.

Ha sido en estos cuatro años un incomprendido navegante entre dos aguas: India y el Partido del Congreso. Un llanero solitario que luchó contra sus más cercanos colaboradores por lo que él creía el bien del país. Hay quien dice que destapó meses atrás un fabuloso escándalo de corrupción que se ha llevado por delante a siete de sus ministros, además del líder del opositor Partido Bharatiya Janata (BJP), Lal K. Advani, porque sabía que no podía ganar las elecciones y decidió, como último gesto, limpiar o ser el primero en colocar el cascabel al gato de la tremenda corrupción que corroe a la India, aunque al final pueda verse el mismo afectado.

Es de esperar que Rao presente hoy también su dimisión como líder del Congreso. Los tiburones del partido ya han comenzado a repartirse los despojos tras el catastrófico resultado, aunque también han comenzado las presiones sobre Sonia Gandhi -la viuda de origen italiano de Rajiv- para que continúe la dinastía. Ella, que ha visto los toros desde la barrera estos cuatro años, podría afrontar el rete, de reunificar lo que Rao dejó que se desintegrara.

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