¿Dinamitar o alentar la ópera?
El carácter cotidiano de la ópera en una ciudad no es una utopía. No es fácil alcanzarlo, por supuesto, pero a veces se logra incluso con planteamientos avanzados del espectáculo lírico, es decir, aquellos que dan parecida importancia a las aportaciones de voces, orquesta y escena. En crisis de grandes cantantes, la ópera tiende hacia propuestas globales. No es ninguna tragedia, sino una cuestión de supervivencia. Lo que se pierde en pureza canora se gana en dimensión cultural.Lo cotidiano y lo moderno se dan cita en las actuales representaciones de Pelléas et Mélisande en La Monnaie, de Bruselas. Lo cotidiano se manifiesta por un público expectante y entendido, heredero del formado por Gerard Mortier antes de irse a Salzburgo. Recordemos que durante los primeros años de su gestión el número de abonados a la ópera creció de 2.000 a 16.000, con un pie en Mozart y otro en autores del siglo XX tratados con inteligencia y creatividad. Lo moderno está en el equilibrio de los diferentes factores que concurren en el resultado final.
El director escénico alemán Herbert Wernicke realiza una lectura reflexiva y simbólica de la ópera de Debussy, situando al espectador desde el comienzo, por efectos de perspectiva, en el fondo de un pozo lleno de moscas gigantes. La sensación es opresiva, y participa por igual de Edgar Allan Poe, Beckett y hasta lbsen. Es un mundo cerrado y privado de historia. A los personajes no les queda más que su experiencia, la impotencia existencial y el abandono a su destino.
El propio Wernicke opina que en Pelléas et Mélisande "la revolución es una epidemia, una enfermedad niortal". Curiosamente, los espectadores de Bruselas pudieron ver hace unos años un montaje de André Delvaux, en que Mélisande era militante de una organización secreta, encargada por sus camaradas de destruir el poder de los propietarios del castillo. ¡Qué lejos de la poesía sutil que Victoria de los Ángeles dio a este personaje en su despedida de la escena en 1980!
María Bayo une fragilidad, tragedia y misterio en su composición del personaje de Mélisande en Bruselas. La soprano navarra está muy identificada con Wernicke y se ha rodado en la ópera francesa con Gounod, Bizet y Massenet. Su fraseo y su dicción son transparentes. Su comunicatividad, inmediata. Ella y sus compañeros de reparto (excelentes, desde Monte Pederson hasta el último secundario) han trabajado a tope durante seis semanas de ensayo para conseguir unidad vocal y estilística. Antonio Pappano pone el resto desde el foso.
Tal vez Mélisande sea, junto a la Cleopatra de Julio César, uno de los momentos clave de la carrera de Bayo. Así lo han intuido muchos de sus seguidores, desplazándose desde Madrid, San Sebastián o Pamplona hasta Bruselas, como años antes lo habían hecho a Lisboa para escucharla en el título haendelianoMaría Bayo es un exponente destacado de la lucidez con que algunos cantantes de futuro afrontan la ópera: trabaja en equipos artísticos con los que se siente identificada, elige con cuidado los títulos que van mejor a su estado vocal, se integra únicamente en proyectos que puede controlar.
Pelléas et Mélisande está situada en la programación del teatro de La Monnaie entre la ópera barroca La Calisto (también con Bayo y Wernicke) y un estreno mundial de KIaas de Vries. Estoy convencido que si en el teatro Real se llegasen a ver un día espectáculos de este tipo, mi admirado Eduardo Haro Tecglen dejaría de pensar en dinamitarlo.
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