"La ópera ha salido del terreno elitista", afirma Renée Fleming
La soprano actúa en Madrid y Valencia dirigida por James Levine
Desde su debú en la ópera Metropolitana de Nueva York en 1991, Renée Fleming se ha asegurado un lugar de excepción entre la nueva generación de sopranos. Fleming, de 37 años, es un producto de la "espectacular" explosión popular de la ópera en Estados Unidos durante los noventa, que, según ella, "se ha conseguido sacar del terreno elitista". Su gira europea la lleva por primera vez a España (hoy canta en Madrid las Cuatro últimas canciones de Strauss, y en Valencia el jueves) junto al director de la orquesta del Metropolitan, James Levine.
Una de las cantantes de ópera más jóvenes y prolíficas de Estados Unidos, Fleming abrió la presente temporada del Met cantando Desdémona en Otelo frente a Plácido Domingo, y ahora acaba de recibir el Premio Georg Solti de la Académie du Disque Lyrique en su primera edición. "Creo que no es un crimen ser accesible", dice Fleming, que nació en Pensilvania en una familia de músicos y ahora vive en Nueva York con su marido y sus dos hijos. "Por supuesto que existe el debate sobre si vamos a perder calidad tratando de llegar a demasiada gente, pero hay que recordar que si bien la música que estamos cantando ahora es histórica, cuando se compuso era música pop. Era lo más nuevo. Nunca es malo atraer audiencias cada vez mayores".Fleming se educó musicalmente en Alemania y en la escuela Juilliard de Nueva York. Su consagración en la ópera llegó después de descartar una carrera cómo cantante de jazz. Los dos estilos son según ella "compatibles en el repertorio de bel canto porque el skat del jazz te lleva con facilidad a las cadencias del clásico, es la misma técnica. Pero el problema es que el jazz se canta, con voz más baja, con tonos de pecho, y es imposible tener éxito con los dos porque no hay suficientes horas en el día. La forma, de vida de la música clásica me sienta mucho mejor: me gusta trabajar de cara a un acontecimiento donde la gente paga y se sienta a escuchar. Soy una personalidad demasiado introvertida como para cantar en un club de jazz todos los fines de semana. No soy una comunicaJora en ese sentido".
Pero sí lo es en la faceta de antidiva asequible que está caracterizando su personalidad de estrella mundial inminente. Exuberante rubia de ojos azules, Fleming posee el carisma adecuado para protagonizar las renovadas campañas de marketing que ahora acometen las casas de música clásica (véase el caso de, Cecilia Bartoli), cosa que ella acepta como "una cuestión de supervivencia". "La historia de Kathleen Battle [soprano que fue expulsada hace dos años de la ópera de Nueva York por sus continuos choques con la compañía] es la mejor historia que se puede contar sobre divas en la ópera", dice Fleming. "Pero es difícil decir si esta historia ha contribuido a que termine la era de las divas. Si una gran diva es una gran artista, yo diría que su época no ha terminado. En el capítulo del temperamento, de las correrías fuera del escenario, de montar escenas, etcétera, esto va a ser cada vez más difícil". En la relación del panorama operístico norteamericano con el europeo, Fleming habla de que en EE UU existe una muy buena técnica como media. "Creo que estamos bien entrenados", dice. "También somos una cultura muy insegura, no nos importa ser estudiantes ni que nos digan qué tenemos que hacer. Como cultura, asumimos que en Europa debe haber alguien que lo esté haciendo mejor, sobre todo cuando la música que estamos cantando no es parte de nuestra historia". Fleming recuerda que en su primera actuación con Plácido Domingo, en 1994, estuvo a punto de desmoronarse emocionalmente por la intensidad que desprendía el tenor español en Otelo. "Plácido Domingo ha sido un respaldo extraordinario para mí desde el primer día. Es un colega fabuloso", afirma.
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