Sabor desagradable

Después de varias semanas en la madre patria, donde voy con alguna frecuencia, he retornado a mi país con un desagradable sabor, al ver que el regionalismo ha ido al extremo de querer negar el idioma castellano, mientras por acá, donde fue sembrado hace más de quinientos años, lo defendemos y fue "la canción de cuna del alma hispanoamericana", tratamos de que "nos limpie, fije y dé esplendor" mientras que donde nació no se le quiere. Si contamos España, América, Filipinas y Guinea, somos más de cuatrocientos millones de seres humanos los que hablamos castellano y lo sentimos como nuestra identidad más íntima. En Estados Unidos, hay cerca de treinta millones de hispanohablantes. No negamos la existencia de otros idiomas, que en América del Sur son el quechua, aymará y guaraní, pero cuando nos dirigimos a la comunidad, cuando un miembro del Parlamento habla o cuando se hace público cualquier mensaje o escrito, se utiliza el idioma oficial, que es el castellano, aunque reconcemos las lenguas autóctonas, pero el predominante y el que enseñamos en las escuelas es el español.¿Es esto lo que queremos quebrantar? ¿Acaso es posible negar que escritores, filósofos y poetas de diversas regiones de España y de estas partes del mundo se expresaron en castellano para ser varias veces merecedores y galardonados con el Premio Nobel? Recordemos que la tendencia en el mundo entero es agruparse. Los ejemplos son muchos: Mercosur, NAFTA, la misma Unión Europa y nosostros. Teniendo una poderosísima arma que es nuestro idioma, lo ponemos de lado y hasta queremos negarlo. ¿Qué hace que la la Liga Arabe se mantenga tan fuerte sino el idioma, y nosostros le volteamos las espaldas al nuestro y hasta queremos romper lo que hoy enlaza a millones de almas, en lugar de afirmarlo. No hay que olvidar que existen radicalistas que desean dividir para su beneficio y reclaman una Hispanoamérica políglota, lo que significaría desaparecerla como tal.-