El Reina Sofía muestra la vanguardia metálica del escultor David Smith
50 obras del escultor americano se reunen en una antológica
La primera exposición antológica que se organiza en España dedicada al escultor norteamericano David Smith (1906-1965) permanece abierta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, desde el pasado martes y hasta el 1 de julio. La muestra refleja la influencia de Smith en la escultura anglosajona y también de la Europa con tinental. Una influencia que ha seguido mucho después del triunfo del minimalismo. Nacido en Dacatur (Indiana), en 1906, y muerto en accidente de tráfico en Vermont, en 1965, su trabajo en una fábrica de coches en 1925 le inspiró en su actividad artística posterior con metales como hierro y acero.
Tras ser exhibida en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), se presenta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, la exposición antológica del escultor estadounidense David Smith (19061965), uno de los grandes artistas de nuestro siglo, cuyo interés se acrecienta, en relación con España, por haber sido el continuador creativo de la senda iniciada por Pablo Picasso y Julio González en el uso del hierro como material de la nueva escultura vanguardista de entreguerras.Por otra parte, junto al valor intrínseco de esta muestra, cuyo comisariado ha correspondido a Carmen Giménez, se añade el de la exhibición simultánea del trabajo fotográfico que el italiano Ugo Mulas (1928-1973) realizó a partir de la estancia de Smith en Italia durante 1962, dejándonos un maravilloso testimonio gráfico tanto de la labor del americano en el taller-fábrica de Voltri, como de la posterior instalación de estas obras realizadas in situ en el marco del anfiteatro romano de Spoleto. De esta manera, se juntan dos exposiciones en una, que si bien convergen en una misma temática, están dotadas ambas de una potente sustancia artística propia.
Momentos esenciales
El contenido de la muestra de Smith no puede ser más ambicioso, pues arranca con una obra de 1932 y concluye con otra fechada en 1965, el año de su trágico fallecimiento.Son en total casi medio centenar de esculturas, que, dadas las circunstancias de las específicas dificultades que siempre acarrea el traslado de esculturas y, en este caso, su mayoritaria procedencia desde el otro lado del Atlántico, es un número verdaderamente excepcional. Por lo demás, la selección es bastante buena, ya que se pueden seguir los momentos esenciales de intensidad creadora de Smith, que arranca a comienzos de los años treinta, justo cuando González estaba desarrollando en París su extraordinario canto de cisne artístico; luego continúa con obras representativas de los cuarenta, pero sobre todo, finalmente, hace énfasis en lo realizado al comienzo de la siguiente década y, muy en especial, la transformación de escala entre fines de esta década y comienzos de los sesenta, tras su estimulante experiencia italiana de Voltri, lo que supuso su definitiva consagración internacional.
Por último, hay que tener en cuenta que David Smith representó un caso muy especial en el floreciente panorama del arte americano tras la Segunda Guerra Mundial, cuando Nueva York se convirtió en el centro de vanguardia internacional hegemónico, pero fundamentalmente gracias a la labor de sus célebres pintores del expresionismo abstracto.
En ese contexto, Smith fue casi el único, escultor americano de aquel momento que mantuvo el alto nivel de exigencia creado por sus compatriotas pintores, algo que hoy ha hecho que se vuelva a mirar su obra con renovado interés artístico.
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